Nunca olvidaré aquella tarde en el no menos memorable cine África. El público de la sala se dividía entre los atraídos por la última locura de moda en el mundo del celuloide, los que no tenían ni idea de qué habían ido a ver, y uno que ya había babeado con Reservoir Dogs y esperaba expectante ver aquella maravilla que había puesto Cannes patas arriba. Lo cierto es que, independientemente del origen de cada espectador, de que unos entendiesen y otros no la particular propuesta narrativa, toda la sala estalló en una estruendosa carcajada cuando el Sr. Lobo (Mr. Harvey Keitel) respondía a los halagos de Tarantino, Travolta y Jackson con aquella bofetada de diálogo repetida ya hasta la saciedad. Hoy me he acordado de aquella escena, hoy me he acordado de aquella frase. Hoy también a mí me han entrado ganas de soltar a voz en grito en pleno Salón del Trono “No empecemos a chuparnos las pollas”.

Y es que desde que tengo la suerte (o desgracia, depende del día) de dedicarme a esta profesión, hoy ha sido la primera vez que realmente he tenido ganas de vomitar en plena rueda de prensa. En la que el lamentable discurso que estaba oyendo no me producía más que náusea, o lo que es peor, una irrefrenable sensación de volverme grande, verde y aplastar todo lo que encontrase a mi paso. Los casi cuarenta minutos de piropos entre Juan Vivas y Ramón Luis Valcárcel son dignos de pasar a los anales del patetismo político y la desfachatez institucional. Un día para la ignominia.

Hay que reconocerle al señor Valcárcel que ha logrado lo que ningún hombre antes. Ha vencido a Juan Vivas en su propio terreno. Y es que el presidente murciano ha demostrado que existe otro ser humano en el planeta más pelota y con mayor facilidad para el halago que nuestro Juan. Ante la verborrea interminable de Ramón Luis, los esfuerzos por agradar de Vivas parecían impropios de un agasajador de su categoría. “Días preciosos, preciosos”, repetía el rapsoda venido de Murcia.

“Ceuta avanza” indicaba también Valcárcel, mientras recordaba el esplendoroso futuro que le espera a nuestra ciudad gracias a don Juan I de Ceuta y II de Jáudenes. Glorioso, brillante. Sin duda el señor Valcárcel está al tanto de las excelentes cifras que presenta el mercado laboral en Ceuta, donde si no alcanzamos el pleno empleo es precisamente para que no tengan que cerrar las oficinas del INEM. Donde los jóvenes triunfan en los estudios, lo que les permitiría acudir a las más afamadas universidades de todo el mundo. Algo que gracias a Dios y el PP no es necesario porque ya en Ceuta gozan de enseñanzas académicas punteras, y además, esta tierra ofrece todo lo que un joven emprendedor pueda necesitar. Porque Ceuta es un lugar donde efectivamente el discurso del miedo racial no es que esté olvidado, es que ni tan siquiera puede articularse ya que es un vestigio irracional del pasado, incapaz de utilizarse en el campo político. Un lugar en el que se respeta la libertad de opinión, en el que se apoya y admira a aquellos que dicen lo que piensan, guste o no lo mismo al gobernante que al siervo o al señor. Ceuta es un vergel comercial, un paraíso turístico, un ejemplo de democracia, en el que la limpieza de sus instituciones marca un camino a seguir, donde la corrupción no tiene cabida. Un lugar en el que el parque móvil municipal está bien engrasado, y la cultura nos sale hasta por las acequias.

Lo dicho. Un panorama glorioso. Sublime. ‘Precioso’, como los días que Valcárcel ha pasado en Ceuta. Una deliciosa estancia en tres jornadas, con una agenda “muy bien diseñada” como nos ha recordado Juan. Y tanto, cuatro actos en setenta y dos horas. Un monumento al trabajo duro. Pero es que a Ceuta se viene a disfrutar. De sus playas, de sus puestas de sol, de su gastronomía. Es para lo que ha dejado la ciudad nuestro querido presidente, Ceuta es un resort de lujo para dirigentes políticos con tiempo libre, un apreciado destino para retomar fuerzas al final de las vacaciones, en el que te doran la píldora, te alaban y además te hacen un regalito. Si es que así da gusto. Me imagino que la Consejería de Presidencia ya estará recibiendo todas las peticiones de los presidentes autonómicos que quieren gozar del ‘Plan Vivas de vacaciones’ durante la primera semana de septiembre. Total, lo único que hay que hacer es corresponder a la invitación con algún halago y firmar un papelito en el que se promete lealtad eterna y cooperación infinita. Para que luego digan que España se hunde, ahí está nuestro Juan recomponiendo los lazos nacionales y dispuesto a firmar convenios con todas y cada una de las autonomías del Estado. Diga usted que sí, si total, ya no es suficiente con que paguemos menos impuestos vamos además a aprovecharnos de los que sí abonan los demás. Solidaridad. Qué gran término. Total, si al final queda todo en papel mojado, y lo que sobre se elimina, como una cláusula innecesaria en un contrato de los Hermanos Marx. Nada más hay que ver todo lo que hemos acordado con Andalucía en los últimos doce meses.

Y en esas estamos. Entre abrazos y brindis al sol, mientras que un periodista advenedizo lucha contra la náusea para no ensuciar el noble suelo del Salón del Trono, de cuyas paredes por desgracia ya nadie podrá nunca arrancar la panoplia de indignidades y mentiras que ha tenido que aguantar en los últimos años.

Así que, por favor, pongámonos de una puñetera vez a trabajar de verdad por esta tierra, y basta ya de propaganda, floreros, topiarias, pompa y circunstancia. Arreglemos primero Ceuta, que luego ya nos dedicaremos a chuparnos las pollas, como diría el señor Lobo.