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Emilio Carreira./archivo
Emilio Carreira

La visita relámpago a Ceuta del Presidente del Gobierno y sus claras afirmaciones en defensa de la integridad territorial y de la soberanía española, sólo pueden interpretarse bien.

Es cierto que se han vivido momentos de zozobra en Ceuta, una ciudad de repente invadida por extraños al servicio de una causa alentada por las autoridades marroquíes. Las imágenes de la policía marroquí abriendo las puertas de la valla de Melilla son demoledoras.

La chulería de un país con un gobierno medieval, que usa a una población enloquecida por el abandono de sus autoridades, para conseguir objetivos políticos. Y no le importa que esos ciudadanos, perdón, súbditos de un monarca autoritario y caprichoso, mueran en el intento, aunque sean menores de edad, a los que empuja a un desamparo y un desarraigo que debería condenar sin paliativos toda la comunidad internacional, porque Europa, Estados Unidos y el Reino Unido no pueden mirar hacia otra parte frente a un régimen totalitario, que atormenta a sus ciudadanos, mientras la corrupción enriquece a sus dirigentes

Marruecos cree que Donald Trump y sus aliados en Londres y en Tel Aviv, le dan patente de corso. Pero Donal Trump ya no está, en Tel Aviv tienen un lío montado muy gordo que no ayuda a la simpatía internacional de Israel y el primer ministro británico ahora es amigo de Biden. Además, Francia no va jamás a traicionar sus estrechos lazos con España, aunque le desagrade un desencuentro hispano-marroquí.

Marruecos hace tiempo que trazó un plan para desestabilizar Ceuta y Melilla y le vale cualquier motivo para seguir apretando, ya sea lo del líder del Polisario o cualquier otra cosa. Lo penoso es que nadie ha prestado a este desafío la atención necesaria, para rearmar a Ceuta, económica, social y anímicamente, frente a los indisimulados gestos hostiles del incómodo vecino. Y digo NADIE hasta ahora.

Marruecos es constante, si se le permite, claro, en sus discontinuas afrentas, dando siempre pasos adelante y atrás, pero ganando terreno en la resultante, mientras la diplomacia española y europea han preferido ignorar las consecuencias a medio plazo de tanta permisividad. Neville Chamberlain ha dejado más huella en la política europea que Winston Churchill y así nos va.

El resultado está a la vista: el caos y la patada. La chulería de un país con un gobierno medieval, que usa a una población enloquecida por el abandono de sus autoridades, para conseguir objetivos políticos. Y no le importa que esos ciudadanos, perdón, súbditos de un monarca autoritario y caprichoso, mueran en el intento, aunque sean menores de edad, a los que empuja a un desamparo y un desarraigo que debería condenar sin paliativos toda la comunidad internacional, porque Europa, Estados Unidos y el Reino Unido no pueden mirar hacia otra parte frente a un régimen totalitario, que atormenta a sus ciudadanos, mientras la corrupción enriquece a sus dirigentes. No es prudencia lo que hasta ahora se ha puesto en práctica en las relaciones con Marruecos, sino un error garrafal, confiando la seguridad de la región a quien no la merece y que utiliza su supuesta posición estratégica para favorecer sólo intereses personales.

¿quién sabe? A lo mejor esta pasada de frenada de Marruecos nos viene bien a todos para poner las cosas en su sitio: A Ceuta, a España y a Europa. Pedro Sánchez es ahora el responsable de dar la respuesta y de lo que haga dependerá en buena medida su futuro político, porque sin Ceuta y Melilla no hay España.

La respuesta sólo puede ser llevar a la práctica con todas las consecuencias lo anunciado por Pedro Sánchez en Ceuta: defender la soberanía de España a toda costa, y eso pasa por dos cosas: la primera devolver con carácter inmediato a los invasores a que sigan venerando a su jefe, allí, a su lado y, de paso, que le controlen, como hacemos aquí con nuestros dirigentes. Y la segunda cosa es apoyar a Ceuta y a Melilla con toda la fuerza del Estado, para evitar que esto se repita y, por supuesto, para fomentar el desarrollo en paz de ambas comunidades.

Eso es lo que ahora toca y ¿quién sabe? A lo mejor esta pasada de frenada de Marruecos nos viene bien a todos para poner las cosas en su sitio: A Ceuta, a España y a Europa. Pedro Sánchez es ahora el responsable de dar la respuesta y de lo que haga dependerá en buena medida su futuro político, porque sin Ceuta y Melilla no hay España.