Xavier Ferrer Gallardo

9 de mayo. Día de Europa. Septuagésimo primer aniversario de la Declaración Schuman. Sin ánimos de aguar la fiesta a nadie, parece un buen momento para fijarse en este libro coordinado por Nicholas de Genova y Martina Tazzioli: 'Europa/Crisis. Nuevas palabras clave en la crisis “en” y “de” Europa'

Ahora se publica la versión en castellano, aunque la original en inglés data de 2016. Era el momento álgido de la llamada crisis de refugiados. Lo que sucedió entonces puede explicarse como una crisis en Europa, pero también -sobre todo- como una crisis de Europa. Fue una crisis desatada en las fronteras de Europa, y, a su vez, una crisis desencadenada por la lógica que rige la gestión de las fronteras de la Unión Europea. La onda expansiva de lo ocurrido resquebrajó la arquitectura comunitaria, y podría argumentarse que hasta cierto punto dicha arquitectura sigue en fase de resquebrajo. 

Para la historia quedaron las imágenes del líder del UKIP, Nigel Farage, cantando las virtudes del Brexit frente a esa foto de refugiados sirios en tránsito por los Balcanes y el lema “Debemos liberarnos de la UE y recuperar el control de nuestras fronteras”. Por supuesto, no sería sensato atribuir la causalidad del Brexit únicamente al impacto político-electoral de la crisis de refugiados. Sin embargo, tampoco lo sería no reconocer que, justo mientras los sirios huían de la guerra e iban muriendo y/o llegando a las islas griegas, la retórica de la invasión y los discursos anti refugiados alcanzaron su cénit, jugando así un papel central en el totum revolutum argumental que presidió la campaña del Brexit. 

¿Pero por qué hablamos de crisis? ¿A qué nos referimos exactamente cuando hablamos de la “crisis europea de refugiados”? ¿Cómo se construyeron las etiquetas “crisis” y “Europa” en este contexto? ¿Quién causó y quién construyó la supuesta crisis? ¿Puede una crisis ser permanente? ¿Estábamos realmente ante una crisis o más bien ante una dinámica estructural, sistémica? Estas son algunas de las preguntas que abordan Nicholas De Genova y Martina Tazziolli -y el resto de participantes en esta obra colectiva. Haciéndolo, van desgranando una contra-narrativa coral frente a muchos de los discursos dominantes sobre los que ha ido configurándose la política migratoria europea actual. 

libro ferrerEl verano de 2015 fue el verano de la muerte de Alan Kurdi, el de la creación de Proactiva Open Arms, el de la miserable patada que aquella periodista húngara propinó al refugiado sirio que cargaba a su hijo en brazos. ¿Se acuerdan? Fue el verano de la refronterización interior de Europa. Hungría, que había sido el primer país en desmantelar sus fronteras tras el derrumbe del “socialismo real” en el Este de Europa, se convirtió entonces en el primer país en volver a levantarlas para frenar la llegada de refugiados -o de “invasores musulmanes”, según la retórica xenófoba del primer ministro magyar, Victor Orbán

A finales de ese mismo verano, curiosamente, la embajadora húngara en España visitó el showroom fronterizo euroafricano de Ceuta, para ver in situ cómo le quedaban puestas al paisaje las famosas concertinas, para visualizar qué tal le sentaba a una frontera un flamante vallado antiinmigración.  La visita sirvió de inspiración a su gobierno, y -mediante la diligente gestión empresarial de la compañía malagueña European Security Fencing- la Hungría de Orbán pudo acometer el recosido “vallístico” de sus fronteras. Con posterioridad, otros países europeos harían lo propio, y ello se convertiría, huelga decir, en un formidable negocio para algunos

Por esta y por otras razones, el verano del 2015 es considerado por muchos como el del comienzo de la “crisis migratoria” o “crisis de refugiados” en Europa. Sin embargo, como recuerdan los autores del libro, “la palabra crisis era ya una recurrencia desde hacía décadas para hablar de lo que ocurría en varios puntos fronterizos de la UE”. Los episodios etiquetados en los medios como ‘crisis’ se han ido repitiendo en numerosas ocasiones en los mismos territorios: Lampedusa, Ceuta y Melilla, o Canarias, por ejemplo. Ello ha dado lugar a una réplica recurrente, a un bucle incesante de discursos y prácticas de excepcionalidad. 

Los autores argumentan que “la europeización del valor de la libertad y la igualdad aún sigue siendo un acto flagrante de saqueo de las luchas históricas de millones de personas que languidecieron bajo el mandato europeo”

Según los autores, esta dinámica ha aplanado el camino a la construcción mediática y política de la llegada de migrantes como una invasión, “poniendo en el centro a migrantes y refugiados, y desviando la atención pública de las causas reales que provocan contextos excepcionales”. Así, a menudo “las reacciones alarmistas a las múltiples ‘crisis’ migratorias han servido para justificar la necesidad de nuevas políticas de ‘emergencia’ y el despliegue de nuevos medios de control”. 

Por supuesto, no todo empezó en 2015, cuando los refugiados sirios empezaron a llegar a Europa. La mala gestión de los flujos de refugiados simplemente reforzó una dinámica activada tiempo atrás. Como se recuerda en el libro, en la última década, “los Estados europeos han restringido sus políticas migratorias, se han volcado en la implementación de prácticas securitarias y en el combate de la irregularidad migrante, mientras el discurso xenófobo se ha ido multiplicando en las sociedades receptoras”. 

Resulta implacable la crítica que el libro realiza a la recurrente apelación institucional a la defensa de los tan cacareados ‘valores europeos’. Los autores argumentan que “la europeización del valor de la libertad y la igualdad aún sigue siendo un acto flagrante de saqueo de las luchas históricas de millones de personas que languidecieron bajo el mandato europeo”. Y se preguntan si la apelación a los autodenominados ‘valores europeos’ no es, en realidad, una apelación a unos valores ‘solo para europeos’. Una buena pregunta para amenizar los tradicionales y autocomplacientes fastos conmemorativos del 9 de mayo.