José Antonio Carbonell Buzzian
José Antonio Carbonell Buzzian / Archivo
José Antonio Carbonell Buzzian

Los poderes públicos están obligados a garantizar el bienestar de los animales objeto de la Ley de Bienestar Animal. En su capítulo I habla del principio de colaboración entre las administraciones públicas, perfilando diferentes organismos de colaboración y asesoramiento con representación de personas de perfil científico y técnico, en las administraciones territoriales y de instituciones profesionales inmersas en el mundo de la protección animal.

En su capítulo II regula el nuevo Sistema Central de Registros para la Protección Animal, como herramienta de apoyo a las administraciones públicas encargadas de la protección y los derechos de los animales.

El capítulo VI nos habla de la lucha contra el maltrato animal y de las administraciones públicas directamente concernidas sobre este respecto. También establece el marco legal para la gestión de poblaciones felinas en libertad. Se introduce el concepto de gato comunitario, el gato libre que convive en entornos humanos, que no es adoptable y se establece la gestión integral con métodos no letales basados en el CER (captura, esterilización y retorno), con el objetivo de reducir la población felina, con la esterilización obligatoria de los gatos dentro del hogar.

En los capítulos VII y VIII nos dice que son los propios ayuntamientos los que deben involucrarse en la protección animal y que no deben hacer recaer exclusivamente dicha labor en entidades privadas y sin ánimo de lucro.

En particular, se establece la prohibición del sacrificio de animales de compañía, no permitiendo que sean sacrificados los animales por cuestiones de ubicación, edad o espacio de instalaciones.

Esta Ley también incluye al cuidador de la colonia felina, definiéndolo como la persona debidamente autorizada que atiende a los gatos de esa colonia, sin que se le pueda considerar persona titular o responsable de los gatos de la misma. Introduce la definición de maltrato como cualquier conducta tanto por acción como por omisión que cause dolor, sufrimiento o lesión a un animal y perjudique a su salud o provoque su muerte.

Hay que decir que los gatos ferales aparecen por el abandono o la huida de gatos domésticos sin esterilizar que, se convierten en gatos asilvestrados tras vivir un tiempo por sí mismos.

Dicho todo esto, los ciudadanos y las protectoras que están saturadas, demandan una gestión ética del control de los gatos de colonia. Cada vez son más los ayuntamientos que se suman a este buen hacer, pero aún queda mucho camino por recorrer. Algunos ayuntamientos dieron comienzo al programa CER entre bombo y platillo para interrumpirlo continuamente, por lo que es imposible llevarlo a cabo. Algunos incluso hicieron inversión en casetas para los felinos, como es el caso del Ayuntamiento de Alcantarilla y se ha pedido por activa y por pasiva que sobre ellas aparezca el sello del Ayuntamiento para hacerle ver a los ciudadanos que detrás de todo está la administración, pero todo cae en saco roto. No es prioritario.

En cuanto a la atención de los animales que aparecen continuamente por las calles del municipio, enfermos o atropellados, la corporación local no da solución alguna, nos confirman fuentes cercanas a las voluntarias, ya que ninguna quiere hablar por posibles represalias, que se tienen que encargar de éstos ellas mismas, porque se los han encontrado. En fin, este es el nivel que tienen algunos ayuntamientos.

Estos responsables no quieren ni oír hablar de los municipios que tienen el programa funcionando y a pleno rendimiento. Solo mencionan aquellos que no lo tienen o simplemente teniéndolo no funciona, porque los encargados de gestionarlo son incapaces de conseguir que así sea.

Los ayuntamientos no tienen a personas competentes en la materia, como por el contrario sí ocurre en el municipio de Yecla, en el resto designan a incompetentes que no velan por el bienestar animal. Existen ya casos denunciados por dejación de funciones por parte de los responsables que no han hecho otra cosa, que mirar hacia otro lado cuando se les pedía auxilio para rescatar a un gato en el fondo de una acequia sin agua a más de 30 grados, durante dos días. Pero, si se les pregunta por este asunto, simplemente lo negarán. También nos comentan que hay pruebas que ratifican que esto fue así.

La lucha diaria de los voluntarios de colonias felinas, es una carrera de obstáculos. No cobran por ello, solo arriman el hombro porque aman a los gatos, ponen su coche, llenan el depósito de gasolina de su bolsillo, les compra alimento y encima tienen que soportar los insultos y muchas veces amenazas de quienes no quieren ver gatos por su zona. Por ello les corresponde a los ayuntamientos trabajar para unificar criterios y que haya espacio para todos con respeto hacia el trabajo de estos voluntarios. Hacen falta personas que verdaderamente amen a los animales y esto pasa por hacer limpieza en los ayuntamientos. El que no de la talla, a la calle.