Javier Ángel Díaz Nieto

Algunas historias deben empezar por el principio, para comprenderlas de forma total y entender porque la justicia se nos escapa a raudales. Así, hace años y con el asunto de los GAL, surgió una teoría jurídica, donde el delito considerado como la acción, típica, antijurídica, culpable y conminada con una pena, cambiaba en su aspecto fundamental al considerar esta teoría, que dado que la sociedad consideraba que no debía ser penado el delito debía quedar incólume. Bien…ahora, se da el caso contrario y es que el delito de sedición, considerado por la sociedad como merecedora de la pena después de ser procesado y condenado, pues va ahora, el Cesarosanchismo que nos gobierna mediante su política de micrófono, que nos dice que por concordia deben ser indultados sus autores. Y yo me pregunto… ¿Concordia de quién y para qué? 

Fuertes fueron las medidas separatistas que se arrojaron sobre la unidad de España hace unos años por ciertos partidos catalanes. Medidas que fueron respondidas contundentemente (bueno no tan contundentes, como debieron ser), por la ley y el derecho que nos une a todos los españoles. Juicio y condena justa fue su resultado. Mas ahora surge un sorprendente problema que nos preocupa a muchos, porque el Cesarosanchismo gobernante buscando soluciones personales intenta mantenerse en el gobierno rompiendo la solidaridad de la mayoría de los ciudadanos. Y de esta manera, aislándose de todo un sentimiento nacional, quieren indultar a los justamente condenados que lo perpetraron. Y según ellos… todo por razones de estado para mantener la…¿concordia?. Y yo me pregunto quién o quienes establecen esas razones de estado, en contra de cuarenta y siete millones de españoles que se opone a las ambiciones de un poco más que un millón de separatistas, viles enemigos del estado español al que intentaron, intentan o intentaran traicionar.

Todos…todos… los demás, no estamos de acuerdo con tal medida de gracia. Así se han expresado todos los estamentos judiciales y populares. Pero ellos los del Cesarosanchismo, apoyándose en lo que consideran razón de estado han decidido conceder el indulto. Razones de estado, tan criticadas por todos en la época de la dictadura, ya que solo era una defensa del gobierno de la época y que ahora recogen como propias nuestro gobierno. Ya solo les falta establecer de nuevo los tribunales de orden público encargados de estos asuntos. Mas desde los viejos muros de la nación todos nos oponemos, sabiendo que son los cimientos de la unidad de los diversos pueblos españoles. Porque la unidad territorial de España no está solamente en sus manos y eso se mostrara claramente este domingo en la tumultuosa manifestación que se celebrara en Madrid por los españoles contra dichos indultos.

No sé si esto será suficiente para el gobierno Cesarosanchista, pero sí que, al menos debe ser una advertencia sólida del deseo de mantenernos unidos todos juntos a pesar de ellos. Ya que es una señal de que no admitiremos a cobardones arrendados ante la posibilidad de perder sus sillones de poder en sus cómodos palacios pagados por todos. Porque para que sirve un gobierno, sino se apoya en los sentimientos de la mayoría de los ciudadanos. No nos engañemos, la tolerancia aunque debe ser defendida, esta defensa no debe ser de forma absoluta, sino que debe ser sometiéndose a los límites de las garantías procesales y al valor eminente de la ley, necesarios para la convivencia social. Aspectos estos últimos que se siguieron escrupulosamente en el juicio del Procés catalán.

Por ello, que no nos vengan cambiando la justicia, por venganza, comprensión, talante, concordia, perdón... u otras zarandajas que nos cuentan para justificar su decisión de indultar a quien no quiere, ni queremos que sean indultados. Porque solo existirá democracia mientras exista justicia y por justicia entiendo no a las decisiones de jueces justicieros o interesados, sino a la justicia igual y necesaria para vivir todos juntos en sociedad’. Porque el atroz particularismo de una región, clase social, partido o ideología, siempre fragmentara una sociedad haciéndola débil, atomizándola y volviendola provinciana, al tiempo que permite su manipulación por cualquiera.