- Dentro de unos días se va a conmemorar el surgimiento del movimiento 15M. Con este motivo se han organizado manifestaciones, concentraciones y actos reivindicativos en la mayor parte de los pueblos y ciudades de España.

En Ceuta está prevista la celebración de una concentración en la Plaza de los Reyes que tendrá lugar el próximo día 12, a las 19:00 horas. Este mismo día muchos ciudadanos van a echarse a la calle para expresar su malestar por las nefastas consecuencias de una profunda crisis de apariencia económica, pero que camufla graves problemas ecológicos, sociales y éticos. No se trata, pues, como algunos comentan, de una crisis pasajera o normal en el ciclo económico. Más bien nos enfrentamos a una quiebra de un modelo económico, el capitalismo, basado en los principios del “desarrollo y goteo” y el crecimiento ilimitado. Según defienden sus próceres, el progreso depende de un crecimiento perpetuo y sostenido en el tiempo.

Al ser un modelo de relación social marcadamente desigual, donde un 20 % de la población acapara el 80 % de la riqueza del planeta, el desarrollo tiene que crecer sin pausa para que “gotee” una ínfima parte del dinero que circula en el mundo sobre las clases sociales desfavorecidas. En momentos de crisis como el que estamos atravesando, el desarrollo económico se frena y el goteo disminuye llegando a cada vez menos ciudadanos. Sucede entonces que muchas de las personas localizadas en la franja social de la llamada clase media, grupo social mayoritario en los países desarrollados, pasan a engrosar el grupo de los excluidos sociales.

Comoquiera que durante algún tiempo estos han disfrutado de un cierto grado de bienestar les cuesta adaptarse a una situación en la que viven, -desde su nacimiento hasta su muerte y generación tras generación-, la mayor parte de los habitantes del planeta. ¿Qué ocurre en estos momentos?. Si atendemos a los libros de historia y tomamos como ejemplo la revolución francesa, una pequeña minoría ilustrada, representada por personajes como Rousseau, Montesquieu, Constant o Chautebriand, toman la pluma para combatir las iniquidades o al menos plantear modelos sociales más justos y equilibrados en el reparto del poder. Su grado de influencia podía ser relativo entre los miembros más elevado de la sociedad, pero ínfimo entre una clase popular con escaso bagaje educativo.

Sus sabios consejos a los gobernantes fueron ignorados, así como desoyeron sus advertencias en torno al estallido social que podía acarrear la perpetuación en el tiempo de la situación de hambruna y pobreza que atenazaba a la población. En vez de favorecer una evolución según los principios de un nuevo contrato social (Rousseau) o un reparto más justo y proporcionado del poder (Montesquieu), provocaron, por su desidia e ignorancia, una revolución de la plebe que llenaron las calles de sangre y los patíbulos de cesta con las cabezas de ciento de personas que tuvieron este trágico final simplemente por su pertenencia a una clase social determinada.

Ha pasado mucho tiempo desde los acontecimientos comentados con anterioridad. Por fortuna muchos de los principios esbozados por los pensadores citados propiciaron el fin del absolutismo y la instauración de la democracia, o un sucedáneo de ella, en los países occidentales. De manera similar, las ideas ilustradas tomaron forma en la Declaración de los Derechos del Hombre (1789) o en las constituciones con la que se dotaron los estados europeos en los años y décadas posteriores a la famosa toma de la Bastilla. Sin embargo, tales avances no han conseguido acabar con las desigualdades e injusticias sociales. No se puede negar que se ha conseguido un relativo grado de democracia política, pero hacia la económica poco hemos avanzado. Y una sin la otra hacen inviable el proyecto democrático. Si nos atenemos a los hechos de los que somos testigos desde que estalló la crisis en el año 2008, se aprecia con claridad que el poder económico le ha ganado la partida al mermado poder ciudadano.

La megamáquina de la que hablaba Mumford o Castoriadis está fuera de control y toca a los ciudadanos recuperar el control de los acontecimientos para reconducir la situación hacia la satisfacción de las necesidades humanas y el florecimiento de la vida. Ésta es la misión del movimiento 15M, pararle los pies a la megamáquina capitalista, desmontarla y con sus componentes dibujar un nuevo mundo. No podemos dejar por más tiempo este trascendental objetivo en manos de una clase política hipotecada con los poderes financieros y económicos. Es hora de que los ciudadanos asumamos nuestras responsabilidades en todos los órdenes de la vida: en la familia, el vecindario, la ciudad en la que vivimos o nuestro país.

Todo ello sin perder nunca de vista que pertenecemos a una gran comunidad de seres vivos, dentro de los cuales el ser humano ha sido la única especie que hasta ahora ha alcanzado unos altos niveles de inteligencia y la capacidad de amar. Ha llegado el momento de demostrar que la inteligencia con la que nos ha dotado la naturaleza o algún tiempo de deidad, como piensan los creyentes de las numerosas religiones que existen o han existido a lo largo de la historia, constituye un don y no una amenaza para nosotros mismo y para la naturaleza. Tenemos la responsabilidad como especie de actuar como seres inteligentes cultivando la naturaleza y no arrasando con ella. Para hacer posible esta vida de armonía con el planeta, pacífica convivencia entre los hombres y una vida plena y satisfactoria para todos tenemos que combinar inteligencia y amor.

Para concluir quiere manifestar que no soy partidario de las revoluciones según los violentos ejemplos que hemos conocido a lo largo de los siglos XIX y XX. La historia ha demostrado que la violencia y la venganza interclasista son medios contraproducentes para construir una sociedad más justa. Por suerte el peso de los protagonistas en el conflicto social que subyace bajo esta crisis económica es muy distinto. En esta ocasión los ideólogos del 15M no son claramente reconocibles. Sin duda hay destacados intelectuales que apoyan este movimiento ciudadano (José Luis Sampedro, Eduardo Galeano, Vincenc Navarro, Carlos Taibo, Manuel Castells, etc…), pero su papel es secundario. En el 15M no hay líderes. Lo importante son los miles de personas que comparten una serie de rasgos comunes: lucidez, valentía, pasión y conciencia de la realidad. Nunca en la historia de los movimientos sociales había surgido un grupo que se manejara con criterios tan genuinamente democráticos. Tendríamos que retomarnos hasta la Grecia Clásica para encontrar similares ejercicios de libertad (eleuthería), igualdad de palabra (isegoria) e igualdad de derechos (isonomia) entre hombres y mujeres.

Nada tienen que ver los integrantes del 15M como la chusma que recorrió las calles de Paris en 1789. Por aquel entonces no existía un sector de la sociedad tan formado y consciente de los problemas de la sociedad en la que les ha tocado vivir como la generación actual. No obstante, sería un error imperdonable pasar por alto el peligro de la eclosión de grupúsculos violentos y partidos neofascistas que aprovechen la situación de crisis económica para alcanzar sus objetivos de desestabilización social. Es por este motivo entendemos que la clase política, -los que dicen ser los representantes legítimos de la voluntad popular-, actuaría de manera irresponsable si desatendiera las sensatas y justas medidas que propone el 15M. No deberían olvidar que tras los pacíficos y justos acechan la turba de los bárbaros. Y estos no conocen otro sistema de protesta que la violencia indiscriminada.

Para el gran historiador Toynbee los procesos de auge y declive de las civilizaciones mantienen una estrecha relación con la capacidad de la gente a la hora de reaccionar ante los desafíos a los que se enfrentan. En la misma línea, el también historiador Josep Fontana ha recordado en una entrevista reciente algo que no podemos perder de vista: que los avances sociales nunca se regalan. Se conquistan. "Proceden siempre de luchas colectivas reales o se arrancan por el miedo que puedan sentir las clases dominantes; pero en ningún caso se trata de concesiones graciosas; estas movilizaciones son las que en la transición conquistaron derechos básicos". ¡Así que todos a la calle y comencemos a recuperar la democracia secuestrada por los mercados!

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