- Se habla en demasiadas ocasiones de las supuestas virtudes y valores de los militares, que los llevan a ejercer una sobrada solidaridad y generosidad, y con gran altruismo; a tener una obediencia y disciplina extremas; a sacrificar su libertad por el bien de la sociedad.

Pero se dice poco de su paciencia y de los límites de esta, y de los de aquellas virtudes y valores. ¿Qué le ocurre a un militar cuando ya no aguanta más? Es una pregunta que seguramente en algún lugar del Ministerio de Defensa tenga respuesta.

Siempre que escuchamos discursos que resultan vacíos, o de los de autobombo, o de los que hay que leer entre líneas reivindicaciones veladas, en el ámbito castrense -siempre- aparecen las virtudes y valores de los militares para dejar claro que todos los posibles males que les aquejan han sido admitidos contractualmente. Por tanto, en ese parámetro –el humano, o personal-, no existe problema alguno. Para el caso que nos trae, para un Ministerio que se precia de ser el mejor valorado por la sociedad, efectivamente basándose en esos valores y virtudes, no parece ver problemas en sus” medios humanos”.

Si existe una labor extrema de solidaridad, de altruismo, mediante las limitaciones de derechos y retribuciones, el Ministerio no tiene la obligación de pagar o compensar ese sobresfuerzo del militar: la actividad basada en esos valores es inherente a su contrato –se suele esgrimir-. Esta es la salida fácil para evitar la reivindicación, por otra parte reprimida legalmente mediante la denegación de derechos de libertad de expresión.

Pero la realidad es otra: esas virtudes y valores no están ni graduados, ni tan siquiera reglamentados en la normativa militar. Son, simplemente, características de la persona que opta por la profesión de militar.

En la Pascua Militar se ha llamado a la sociedad a compensar esa acendrada labor altruista y ese espíritu de sacrificio del militar y su solidaridad, dotándoles de más medios materiales, es decir alimentando más a la industria de defensa. Nada de más derechos, mejores retribuciones, una mayor atención social y familiar, o el establecimiento de un sistema profesional con mayor justicia en su desarrollo.

Más de dos años lleva una gran mayoría de militares (por no decir las Fuerzas Armadas en general) esperando pacientemente la tan ansiada y reivindicada reforma del régimen transitorio de la Ley de la carrera militar. Mientras van sufriendo recorte tras recorte en derechos y en retribuciones. Dos años de clamoroso incumplimiento de la ley que en absoluto se compensa con más carros de combate, con más aviones, o con más ciberdefensa. Los grandes sacrificios a los que los militares están sometidos los últimos años no vienen de su excelente trabajo profesional, desarrollado tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, sino de soportar las grandes desigualdades y graves injusticias que tanto la Ley de la carrera militar como la Ley de Tropa y Marinería les vienen infligiendo, así como del cercenamiento de sus derechos.

El reconocimiento que los miembros de las Fuerzas Armadas necesitan es que sus reivindicaciones profesionales y de derechos se lleven a efecto.

Mencionar continuamente la disciplina y la jerarquía como valores a los que los militares se someten voluntariamente, se convierte en un ejercicio sicológico de amenaza velada ante su posible quebrantamiento. Resultando sospechoso el mantenimiento del incumplimiento del Convenio Europeo de los Derechos Humanos para los militares en la revisión de su régimen disciplinario. Se continúa manteniendo la sanción de privación de libertad como principal medio para el mantenimiento de la disciplina. Algo que resulta paradójico dada la excelente valoración que se tiene del militar, no sólo por los mandos militares sino, también, por el resto de la sociedad.

Si la sociedad ha de compensar a los militares por su excelente labor realizada, por su solidaridad y su espíritu de sacrificio, que sea simplemente con una aplicación justa de los derechos y un reconocimiento de los mismos para los militares en igualdad con el resto de ciudadanos. Y para ello pedimos:

• Cumplimiento estricto de la Ley. Que se reforme el régimen transitorio de la Ley de la carrera militar que lleva a dos años siendo flagrantemente incumplida.

• Desaparición de los compromisos de los militares temporales, que sumen a estos profesionales en un ámbito laboral de condiciones precarias y de incertidumbre absoluta ante su futuro profesional.

• Desaparición de los arrestos (privaciones de libertad) por comisión de faltas, adecuándose el régimen disciplinario al régimen del resto de funcionarios públicos.

• Que se pongan en valor las especiales condiciones de trabajo de los militares para una adecuación justa de vacaciones, permisos, horarios y conciliación familiar.

• Que se traslade a la sociedad una información real y exhaustiva de la verdadera situación de los componentes de las Fuerzas Armadas; sus condiciones laborales, profesionales, sociales y familiares.

Miles de recursos y quejas, y decenas de propuestas asociativas, muestran el gran descontento de los militares con su actual situación profesional. Esto no se ha dicho en la Pascua Militar. Intentar acallar esta situación llamando a la disciplina o disfrazando su crudeza con una supuesta aceptación tácita es simplemente cinismo.

La paciencia tiene un límite, y los militares, como personas, también lo tienen. Los militares están en una situación profesional, social y familiar de extremada conflictividad y, a su ya impaciente espera de resolución, se le suman más recortes en derechos, incumplimiento de la ley y un nuevo régimen disciplinario severo. Las soluciones a esta situación son fáciles y esperamos de la suficiente sensibilidad para no llevar al militar y su familia al límite de su paciencia.