- Paloma Aróstegui se nos marchó durante la tarde del 14 de enero…

Se despidió a su estilo, en silencio, de puntillas, para intentar no despertar nuestro dolor y la melancolía de su ausencia, para evitarnos la soledad y la emoción rota de los adioses.

Paloma era amiga, compañera, cómplice, filósofa de raza, profesora entregada a la causa de sus ideas… Desprendía una empatía arrolladora, una ternura en su voz y una sonrisa que cautivaba el alma de los que tuvimos la suerte de compartir la vida con ella.

Quería cambiar el mundo desde abajo, desde un anonimato extraño en el que cada uno era el protagonista de los proyectos que ella misma ideaba. Estaba siempre ahí, al lado de los que la necesitábamos, de los que nos perdíamos en la nebulosa de los desánimos cotidianos…

Su llegada al Siete colinas revolucionó al Departamento de Filosofía , quiso ponerlo patas arriba y consiguió entusiasmarnos, hacernos creer que era posible diseñar pedagogías del compromiso, movilizar a los alumnos para que buscaran la libertad, la solidaridad y la tolerancia, reivindicar su feminismo militante, bajar a la mina del pensamiento crítico para extraer la esencia de lo que nos humaniza….

Luchó contra la enfermedad con uñas y dientes, se puso en pie de guerra conociendo al enemigo, mirándole de frente… Plantó batalla y no llegó a rendirse ni en el último instante… Así aprendí otra lección de entereza y dignidad, de saber ser y saber estar en esos momentos existenciales… Sin renunciar en ningún momento a seguir siendo ella misma…

Recuerdo aquélla canción de Aute: “Abrázame, abrázame… que tengo miedo de mi miedo… Abrázame, abrázame… hasta que la muerte, nos abrace”.

Hasta siempre compañera… Que tenemos que hablar de muchas cosas…