- Estos días están pasando plagados de dimes, diretes y sigue la batalla callejera, contra lo que los españoles decidimos en su día en las urnas.

Se intenta denigrar el resultado de unas elecciones democráticas, con las algaradas de la calle. Por cierto, siempre los mismos; las escuelas antisistemas contra el PP orquestadas por la llamada izquierda española que, bajo su manto protector, se erigen en legítimos defensores de todas y cada una de sus causas. Todos hemos visto y seguimos viendo sus tentativas para producir la insubordinación civil contra el gobierno elegido democráticamente por todos los españoles.

De tal manera que, vistas y escuchadas su palabras que marcan la ruta del destino dirigido por ellos de arriba abajo, los dirigentes del partido popular son acusados y linchados mediáticamente sin perdón, sin garantías y sin el derecho a la defensa que, en libertad, todos debíamos tener. Es la nota común del que desea haber matado al enemigo mientras éste sigue, aunque les pese, respirando. Lo peor de todo, es que lo hacen sin pruebas fehacientes de sus denuncias.

Pero todo esto pasaría desapercibido si la terrible crisis a la que nos han despeñado, no existiera. Pero esto no es así y, cuando al que se intenta cazar es a un gobierno que está legítimamente elegido por todo un pueblo y, que atendiéndose a las garantías que plantea nuestro ordenamiento electoral (guste o no guste… colores hay en la vida), son los legítimos representantes de todos y cada uno de los ciudadanos.

Nadie duda del dolor del ciudadano, sobre todo al verse rodeado por personas que, aun haciendo todo lo posible para salir de esta situación que tenemos, son varapaleados con el pecado de las injurias y calumnias; de las que no se libra nadie, pues ya conocemos la filosofía que les anima: “calumnia que algo queda…”.

En los últimos días se habla de un complot, caza de brujas e incluso de un peligroso golpe de estado, organizado por los que han dejado de verse rodeados de aduladores y de buenas prebendas que hacían las delicias de algún que otro banderolo a sueldo.

Sabíamos que las políticas que iba a emprender el Partido Popular iban a ser críticas, duras y contundentes y, también sabíamos, que no nos lo iban a poner fácil, sólo se ignoraba cuánto. Porque para ellos, da igual que se desarrollen buscando siempre el beneficio del ciudadano, da igual que el trabajo se haga bien, da igual el tiempo que se invierta, y da igual que se pida en el Parlamento el consenso o no en temas prioritarios para aunar esfuerzos y luchar todos juntos hacia una España económicamente fuerte, para la izquierda, siempre, todo, dará igual, pues los que desde un principio se han mantenido y defendido como derrocadores de cualquier sistema establecido que no sea el suyo, siempre tendrán la palabra amarga y el hecho evidente para juzgar y desprestigiar. Su máxima es simple: ¡Si no lo hago yo, está mal hecho y hay que destruirlo!

Pero, pese a las palabras duras que seguimos escuchando, el partido popular continúa caminando y dando muestras de que sólo quiere el bien para España, aunque algunos continúen intentando dar lecciones de moralidad al gobierno. Por ello, nosotros estamos seguros que el partido popular es fuerte y honesto, por eso seguimos esperanzados ante la idea que sólo ellos nos sacarán de esta situación de crisis; no sin esfuerzo y mucho trabajo.