- Xavier Ferrer Gallardo y Henk Van Houtum, miembros del 'Nijmegen Centre for Border Research' de la Radboud Universiteit Nijmegen holandesa han publicado este artículo originalmente en catalán en Eldiari.cat.

El líder de 'Plataforma per Catalunya', Josep Anglada, anunció la semana pasada su intención de concurrir a las próximas elecciones generales. En noviembre, su partido no consiguió entrar en el Parlament. Le faltaron pocas papeletas. En mayo, incrementó de forma ostensible su presencia en los ayuntamientos catalanes. Si su lista obtiene en 2012 representación en el congreso, el parlamento español se habrá unido a la oleada de populismo identitario que recorre la Unión Europea.

España sigue, a su ritmo, la estela de una tendencia ya consolidada en países como Holanda, Finlandia, Francia, Suecia o Dinamarca. Como sucede con la misma Unión Europea, el ultranacionalismo identitario que por ella transita es heterogéneo.

No obstante, la exaltación de lo local, de lo autóctono y el rechazo a lo extraño, a lo foráneo, constituyen mantras compartidos. Encarnan la espina dorsal del movimiento re-nacionalizador que azota a la Unión.

Partidos como el de Josep Anglada en Catalunya, los “Auténticos Finlandeses” en Finlandia, o el de Geert Wilders en Holanda, reciben con frecuencia el epíteto de xenófobos. A su vez, las maniobras de algunos de sus competidores en la carrera electoral, que ven peligrar, cuando no decrecer, su cuota de sufragios, son en ocasiones vistas como concesiones de xenofobia edulcorada.

En este debate, las palabras cuentan. Puesto que es a través de ellas como se divide y se categoriza a las personas.

El Diccionario de la RAE define xenofobia como “odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros”. Cabe preguntarse si eso es exactamente lo que mueve a los ciudadanos que confían su voto a dichos partidos. Dictionary.com aporta otro elemento. Define xenofobia como “miedo irracional u odio a los extranjeros o extraños o a lo que es extranjero o extraño”. La mezcla de miedo y odio a la que alude esta segunda definición parece dar más pistas sobre dónde reside el catalizador del tirón electoral de estos partidos.

¿Pero qué es lo que infunde miedo? ¿Dónde nace el rechazo a lo extraño y al extranjero?

¿Tienen miedo las sociedades catalana, española, finlandesa u holandesa a aceptar que, afortunadamente, la pureza de sus identidades es sólo una ilusión? ¿Miedo a que lo imaginado como estable, como fijo, se tambalee?

¿Teme Europa no reconocerse a sí misma sin disponer de un “otro” construido y bien fijado más allá de sus fronteras exteriores? ¿Miedo a no saber quién somos? ¿Miedo a no aceptar quién somos? ¿Nos tenemos miedo a nosotros mismos?

Los partidos tradicionales se debaten entre la opción del cordón sanitario o la del siempre rentable recurso al sucedáneo y a la asimilación estratégica del discurso populista. Mientras tanto, surge una pregunta. ¿Qué empuja con más fuerza al ultranacionalismo identitario en la UE, la xenofobia o la autofobia?