- Hasta hace poco más de cincuenta años, los habitantes de la tierra, los terrícolas, solo conocíamos uno de los hemisferios del único satélite natural de nuestro planeta. No fue hasta 1959 cuando una nave soviética consiguió orbitar la Luna y obtener imágenes de la cara oculta.

Las fotos que consiguió la sonda automática de la URSS, revelaban una zona mucho más accidentada que la de la cara visible, consecuencia de la continua exposición a los impactos de los meteoritos, al no estar protegida por el campo gravitatorio de la Tierra. Por primera vez pudimos observar gigantescos cráteres y pequeñas cuencas, hasta entonces completamente ignotos para los seres humanos.

Explicar las razones por las que desde la Tierra solo es visible una de las caras de la Luna sería prolijo e irrelevante para lo que pretendo expresar en este artículo, con el que traslado a los que tengan la paciencia y amabilidad de leerlo, simplemente mi opinión. En realidad, lo que intento es establecer un paralelismo entre el satélite que es nuestra pareja en el baile de las estrellas y nuestra maltratada ciudad de Ceuta. Solamente construir una sencilla metáfora.

Hace pocas semanas, la cadena de televisión 'Antena3' emitió un reportaje sobre la frontera de El Tarajal. Las imágenes nos mostraban el tráfico de personas y mercancías que diariamente se produce entre Ceuta y Marruecos y viceversa. Era una visión dantesca. Una caravana de desvalidos, compuesta de ciegos; cojos; viejos y tullidos, que realizaban la función de mulos de carga para conseguir una miserable paga que les permitiera alargar un poco más su triste existencia. El trabajo de los reporteros terminaba con la siguiente frase: “El infierno existe y está en la frontera de Ceuta”. Una sentencia demoledora.

Esta faceta de nuestra ciudad es algo que los ceutíes sabemos que existe pero que, deliberadamente, preferimos ignorar. Miramos sin ver y desechamos la visión de un aspecto de la realidad que nos ofrece una cara de Ceuta cutre y miserable. Preferimos aferrarnos a la imagen acuñada por el gobierno de la ciudad, fruto de la manipulación informativa que intenta ocultar la auténtica realidad que configura globalmente nuestra existencia como un cuerpo social con una personalidad propia.

Es más tranquilizador para muchas conciencias laxas pensar que nuestra Ceuta es solo la cara amable que se proyecta por los medios afines al Gobierno, sostenidos con fondos públicos para asesinar la verdad. Para deformarla y seleccionar lo que más conviene a los intereses de los que se han aposentado en el poder con una vocación de permanencia más propia de un régimen totalitario que de un sistema democrático.

Transmitir una imagen de falsa prosperidad; de estatuas y de jardines; de yates y caballitos; de fútbol subvencionado; de fingida convivencia; de ferias y cabalgatas; de carnavales y procesiones; de cruceros y auditorios pagados a precios de oro, no es más que una deformación grotesca de la realidad. Un esperpento. Un intento de ignorar la desesperación en la que viven muchos ceutíes, basado en la eliminación virtual de todo aquello que no conviene al interés de los que pagan por falsear la verdad.

Es el diseño de un mundo feliz en el que no cabe la visión de la cara oculta. Aquella en la que dentro de cada uno de los enormes cráteres que la configuran hay un abismo insondable de corrupción y mentira. En el fondo de estas simas hay un lodo ponzoñoso que envenena la convivencia. Paro; desigualdad; miseria; desesperación e injusticia son los materiales con los que está hecha la otra cara de nuestra realidad. Esa que el Gobierno se empeña en esconder y que no conseguirá ocultar mientras los hombres y mujeres libres podamos alzar nuestra voz y contar la amarga verdad que asusta a los culpables.