Iba a escribir sobre el precio al que vende un agricultor el kilo de sandía (0,36 euros), y el precio al que lo compramos nosotros en el súper (2,17 euros...), o las patatas (0,2 vs 1,75), y ya de camino iba a argumentar sobre cómo las personas nos quejamos sobre las cosas y luego, ignorantes que somos, no tomamos medidas contra los que promueven y apoyan semejante barbaridad: el 80% de los españoles votamos a los partidos políticos que estarían en contra de votar para regular el precio de los alimentos, cosas de comunistas...

Pero no, dejemos eso para otro día. Prefiero hablar, aquí sentado en el Mona Lisa con mi zsa zsa, sobre decisiones o elecciones que hacemos las personas.

Nunca fui del tipo de persona que toma decisiones a largo plazo si eso suponía sufrir a corto plazo, resumiendo: poca tolerancia al sufrimiento y niveles de resilencia paupérrimos. Así que en contra de lo que piensa mi amigo Fermín (todo depende de uno mismo y todo se puede trabajar), sigo actuando en función de lo que me causa bienestar inmediato. No sé si habrá más personas así, supongo que sí, de hecho millones, imagino.

Hacer lo contrario (ser mas coherente y "maduro ", qué hartura de palabra), supone un reconocimiento personal de tus miserias y de las cosas que no gustan de uno mismo, con todo lo que ello conlleva, en mi caso aceptar que no me gusto. Es más "cómodo", infinitamente más, ocultarte a ti mismo tus debilidades y tus contradicciones; vive uno más "feliz".

Así que llevado por ese ansia de la satisfacción a corto plazo, actúo sin ir mu cho más allá, todo ello aderezado con el pensamiento recurrente de que la vida se escapa...

Recuerdo una escena de una película maravillosa, Hechizo de Luna, con Cher y Nicolas Cage. El artículo no va sobre las infidelidades, para nada, pero siempre que pienso porque no se me va de la cabeza el pensamiento de que esto es finito, se me viene a la cabeza dicha escena: resulta que la madre de Cher, Olympia Dukakis, sabe que su marido le está siendo infiel. Ella lo que quiere saber es el por qué,  y se pasa toda la película preguntándole a hombres por qué los hombres son infieles (evidentemente la pregunta ya va impregnada de machismo, no vayamos a eso), pero no le gustan las respuestas,  hasta que su futuro yerno le da este respuesta: "los hombres somos infieles porque nos vamos a morir".

"Exacto!!!, contesta ella, por eso. Así que llega a su casa y le dice al marido: "tienes que dejarla porque hagas lo que hagas te vas a morir".

Así que aquí estamos, estoy, engañándome a mí mismo, ocultándome miserias, justificando actitudes, negando lo que no me gusta, siendo "feliz" en la inmediatez a costa de no sufrir ni pensar mucho en un futuro de vejez, achaques, problemas y ocaso, para así engañarme a mí mismo de la manera más autodestructiva y ridícula posible, todo por no pensar más de la cuenta que "haga lo que haga me voy a morir...".

Perdonen tanto pesimismo, es el levante.

Qué bueno está el zsa zsa.