Leonidas, Esparta y la Capacocha

S.J. UVE


El lobo empieza a girar alrededor del chico, el pelo negro como el azabache, los ojos ensangrentados; el gigantesco lobo olfatea, saboreando el olor del inminente bocado. Al chico no le sobrecoge el temor, simplemente es más consciente de todo lo que le rodea: el aire frío en sus pulmones, los pinos. Su pulso es firme, ¿su forma física? Perfecta.

Si el chico espartano, dejado a la suerte por su propio pueblo, no mataba al lobo no volvería jamás con los suyos, no era digno de ellos. O volvía hecho un auténtico espartano o no volvería.

Esparta, ese pueblo que desde un precipicio arrojaba a los niños que nacieran con el más mínimo defecto, ese pueblo que criaba sólo guerreros.

¿Salvajes por hacer eso?

Los incas, iban a la montaña y allí celebraban sus famosos sacrificios, uno de ellos, la Capacocha. Se trasladaban cientos de kilómetros, hasta Cuzco, para drogar a los niños con una mezcla de alcohol y hojas de coca. Una vez sedados y para satisfacer a sus dioses o para salvar sus cosechas o para implorar la lluvia, sacrificaban a los bebés y luego incluso a algunos los momificaban.

¿Salvajes por hacer esto?

¿Salvajes? Pongámonos en su época: eran sus costumbres, sus rituales, siglos de tradición, no había un ápice de maldad en eso, simplemente hacían lo que sus ancestros les habían enseñado. No había nada parecido a una Constitución, a los derechos humanos, a leyes, a jueces, nada. Y aun así intuyo que usted los sigue llamando salvajes. Comprensible.

Hoy sí, hoy sí tenemos todas esas cosas, pero importa poco cuando sacrificamos seres humanos para satisfacer al Dios dinero, al Dios hipocresía, al Dios de los poderosos.

Sí, mueren miles de niños en medio mundo por hambre, enfermedades, etc, sí, pero lo que está haciendo Israel, bombardenado y matando a niños en los hospitales, no sólo con bombas, sino cortándoles los suministros de electricidad  y combustible, lo que está haciendo el estado de Israel con el apoyo de los Estados Unidos y la mirada hacia otro lado de Europa, esas imágenes de bebés muriendo porque no pueden estar en una incubadora, esos bebés apilados, sin vida, bebés que ni llegan al mes, todo eso que está haciendo Israel ante los ojos del mundo entero sin que se mueva un dedo para evitarlo, quedará como una de las ignominias más grandes de crímenes contra la humanidad que puedan recordarse.

Que pronto olvidan, qué poca humanidad, qué crueldad más miserable en esos mandatarios, qué pandilla de asesinos. Es imposible que cuando llegue su Mesías los perdone.

Su Mesías no puede parecerse a ellos, su Mesías debe ser otra cosa.

Miserables, eso es lo que sois, miserables; asesinos, eso es lo que sois, asesinos. Ojalá, si existe, ardáis en en infierno. Asco me dais.