Sí, tiene 12 años, se levanta por las mañanas y apenas hay días en los que va al colegio. Cuando se despierta ni el padre ni la madre están en casa y, la verdad, a veces se levanta con tanta hambre que solo piensa en salir ala calle a buscar comida.

Hace tiempo que no sabe nada de sus hermanos mayores, un día, sin más, desaparecieron. Tampoco pareció que aquello fuese un desastre, a fin de cuentas, eran dos bocas menos que alimentar.

La madre a veces tarda días en volver a casa, no sabe muy bien a dónde va, pero al menos cuando aparece trae algo de leche y pan.

En cuanto al padre, se va todos los días muy temprano y vuelve tarde, muy tarde.

Así que lo único que lo motiva a levantarse es callejear por las calles en busca de cualquier trozo de comida que pueda encontrar o mendigar. Mientras tanto, dos mil kilómetros más arriba un niño de su edad llora porque se le ha caído el móvil y se le ha roto la pantalla: desastre.

No conoce mucho más allá del hambre y el frio; hay noches que son terriblemente frías, es fuerte, crece en la adversidad, pero aun así hay noches insufribles.

Un día se despierta y ve a sus padres hablar; no entiende muy bien pero sabe que algo raro ocurre. Extrañamente los ve contar billetes y monedas, hablan bajo, muy bajo, e intuye que algo pasa. Además la poca ropa que tienen la ve metida en un par de bolsas.

Ese mismo día pero de noche, tarde, muy tarde, lo despiertan. Sigue sin entender, pero se lo llevan de la mano. Van los tres, hace frío, andan y a lo lejos se divisan unas sombras. Van acercándose, las sombras se convierten en otras personas como ellos pero también hay tres hombres con caras que le dan miedo.

Todos los que están allí hacen lo mismo: darle el dinero a esos tres hombres con mal aspecto. Esos hombres los conducen a una barca, padre, madre e hijo van junto a otras personas; muchas, son muchas para esa barcaza, piensa él, van apretados, pero obedece.

Salen, el frío, ese frío que cala los huesos, hambre, ese hambre que taladra el estómago.

La mar está algo revuelta pero es fuerte, no se fatiga. Salen, solo hay oscuridad, apenas ven nada.

Pasa un día, otro, con sus noches, el frío de noche, la calor de día, el hambre sigue martilleando, los labios quebrados,cla piel se resquebraja. Hay algún niño más pequeño que él que llora desconsolado. Otros no aguantan el vaivén y solo pueden vomitar.

La cosa se pone fea, algunos ya se han desmayado, otros han caído al agua sin consciencia.

Mientras 1600 kilómetros más arriba un niño de 14 años llora porque no quiere lentejas para comer.

El niño empieza a asustarse, ya han pasado 4 días, desde el día anterior la madre no se mueve, quedan menos en la barcaza inmunda y además solo ven agua, agua que cada vez se hace más brava. El padre cae, él se agarra como puede, otros gritan, es de noche, siente pánico. De repente un golpe de mar lo tira al agua, desesperado mueve las manos, los pies, pero siente que se hunde, siente que le falta el aire.

Lucha, lucha desesperadamente, lucha por su vida, las fuerzas le fallan, sin padre, sin madre, solo, frío, en pánico, agua, mucha agua; empieza a hundirse, siente que se le va la vida.

De repente, milagrosamente alguien coge su mano, tiran de él hacía arriba, ve luz, respira mejor, respira al fin y al cabo.

Un hombre con barba lo ha recogido, un voluntario de una ONG, que para muchos solo son mafias subvencionadas y corruptas le ha salvado la vida.

El padre no está, la madre tampoco, al menos siente calor, una manta, un abrazo, una sopa caliente para comer.

Vive, al menos vive, sin familia, solo, asustado, sin nada, sin nada, sin nada.

Una persona, un niño: "dejad que los niños se acerquen a mí", decía el Dios de los que cuando llegue a tierra lo tildarán de delincuente y cuando se haga mayor, si sobrevive, será alguien que viene a quitar un puesto de trabajo.

Cristianos...dicen que son, sí, sin duda, buenas gentes, muy humanos, muy defensores del crucificado, de María y del Espíritu Santo. Benditos sean.