Las cifras del paro han dado un ligerísimo respiro en el tercer trimestre del año, al bajar el desempleo en 14.100 personas –un 0,3%–, con lo que el número de parados es de 4.123.300, según el Instituto Nacional de Estadística, que publicó ayer la Encuesta de Población Activa (EPA). Sin embargo, el dato más desalentador es que los hogares con todos sus miembros sin trabajo se han incrementado un 78,1% en el último año. En total son 1.136.500 familias, lo que supone 498.400 más con respecto al mismo periodo del año pasado. Esta situación de precariedad debe invitar no sólo a la reflexión, sino también a la acción. Más aún si se tiene en cuenta que, según los datos del paro registrado que se dieron a conocer a principios de este mes, más de un millón de personas no reciben ningún tipo de prestación.
Ayer, el Gobierno presentó una nueva remesa para el Plan E de 5.000 millones de euros que, según sus cálculos, permitirá crear 200.000 puestos de trabajo. Este tipo de iniciativas, como ya se demostró en la primera fase del Plan, son insuficientes por una razón: no crean empleo estable y esquilman los fondos públicos. Lo que se necesita son políticas de creación de empleo más activas, agresivas y a largo plazo. Porque, lejos de estar en una situación coyuntural, se trata de un problema estructural que exige soluciones que no sean epidérmicas.