Los humanos tienen un "diccionario mental" de unas 50.000 palabras y un grupo de investigadores españoles ha logrado, por primera vez, medir el tiempo que una persona tarda en recuperar los términos de entre ese léxico mental durante el proceso para denominar un dibujo, alrededor de 200 milisegundos. "Hemos calculado cuánto tarda una persona en comenzar a recuperar la palabra correspondiente a un dibujo que tiene que denominar", ha explicado Albert Costa, de la Universidad Pompeu Fabra y uno de los firmantes de este estudio que se publica en la revista PNAS.

Las personas son capaces de producir tres palabras cada segundo y, además, de esta gran rapidez, los hablantes raramente cometen errores del habla (1 entre mil palabras producidas), según Costa. Esto significa, según este investigador, que es necesario traducir los conceptos o ideas que queremos expresar en palabras de manera rápida y eficaz para tener una comunicación fluida.

El objetivo de este trabajo es el de estudiar la producción del habla y ver cómo se produce el lenguaje oral, cómo se va desde los conceptos o las ideas hasta las palabras, para lo que los investigadores analizaron la actividad eléctrica cerebral de unas 25 personas. Por medio del registro de la actividad eléctrica cerebral, a través de la electroencefalografía, este grupo de científicos, entre los que también hay investigadores de la Universidad de Barcelona y de la Universidad de Bangor (en Gales), ha establecido "el primer momento" en el que las personas "acceden al léxico".

Según Costa, el tiempo que transcurre desde que una persona ve un dibujo, por ejemplo un lápiz, hasta que abre la boca para decir que eso es un lápiz, es de 700 milisegundos, sin embargo, sólo se necesitan 200 milisegundos para que el cerebro encuentre la palabra asociada a ese objeto, para que empiece a haber información léxica. En este sentido, este investigador de la Universidad Pompeu Fabra, ha puntualizado que en los 700 milisegundos que pasan hasta que se pronuncia el término "hay muchos procesos" cerebrales, ya que la gente tiene, primero, que reconocer el dibujo mostrado, luego saber qué concepto se corresponde al dibujo y empezar a buscar la palabra, buscar los sonidos y, finalmente, articular el término.

Costa, quien ha recordado que las personas pueden ir aumentado su "diccionario o léxico mental" en el transcurso de toda la vida, ha señalado que esta investigación es importante para, además de profundizar en el conocimiento de la actividad cerebral en cuanto al lenguaje, entender a pacientes con transtornos afásicos (pérdida del habla). "Entendiendo en qué momento temporal accedemos a las palabras, podemos comprender dónde surgen los problemas de estos pacientes", ha concluido.

Domingo por la mañana, después de una Noche en Blanco. ¿Una aspirina? No, Hannibal Laguna. Inyectó espabile en vena cuando en Ifema comenzó a escucharse la voz de Falete. Sí, un Falete enlatado. Con un «unplugged» aflamencado de «Los nardos» se paseó con la falda algo «almidoná» por la calle Alcalá de los 50, cuando la Montiel rondaba a sus anchas por los estudios de la Goldwyn Mayer. Viajó al pasado para traerse vestidos largos de raso, satén y tafeta gofrada en negro bañados en platas, champán y brillantes.  Espectacular, Arancha Santamaría se llevó los «olés» de los fotógrafos por dejarse querer.
Dosis de «glamour» frente a las contraindicaciones del diseñador  Francis Montesinos. Lo suyo es como hurgar en los baúles del vestuario de «Un, dos, tres». No es un halago. Lo mismo te encuentras los tacones de Rafael Amargo, ejerciendo de mayordomo, que a «Miss España» enfundada en un saco y a Rupert-notenecesito entre el público. Exotismo forzado y agobiante que apabulla, y eso que la súper «top» noventera, llámese Helena Barquilla, se dejó «la piel en el pellejo» (Mazagatos dixit).

Aire expresionista
Hay quien se puso enfermo ante tanto exceso de uno y el discurso repetido de otros durante la tercera jornada de la Pasarela Cibeles. Y es que había que esperar hasta el final del día para encontrar la mayor vacuna de ingenio. Pero tranquilos, que en este trance, la ex ministra de Sanidad, Ana Pastor, certificó a LA RAZÓN que la moda patria no está en el grupo de riesgo de la Gripe A. Pero sí corre peligro ante la subida de impuestos. «A este sector le va a hacer un daño irreparable. Por eso, ahora más que nunca, hay que apoyar a estos empresarios para preservarles de la crisis», sentenció la coordinadora de Participación Social del PP, que hizo patria gallega con Kina Fernández y su hija María. Ambas ejercieron de jardineras para la primavera de 2010 dibujada a partir de lienzos de Emil Nolde. Este aire expresionista se traduce en estampados naranjas, blancos y rojos, que se entremezclan con rayas y lunares por doquier. El «olvido» de un bajo que dejaba flecos al aire en una de sus faldas podría ser un ítem a desarrollar. Y si Kina pone la vegetación, Lemoniez, la tierra. Su gama de colores marrones que llega al chocolate domina junto a los blancos, morados y estampados en abanico. Damas con libertad de movimiento; olvida incluso los cinturones.
Miriam Ocariz aportó el alimento del vergel con sus tonos limón y melocotón en satén brillante, aunque en negro y gris también engancha. Volantes en los que dibuja encajes, mano de sastre en sus chaquetas y un paso adelante con los bombachos que evolucionan en «leggins» a partir de la rodilla. Lydia Delgado se alejó demasiado de aquel Siglo de Oro del pasado mes de febrero para desarrollar un «pantone» muy selecto en pastel, sin renunciar a su negro fetiche. Lo mejor, las mezclas de tejido para una misma pieza, como el «tweed» de rafia con satén, y los pantalones Mick Jagger. En cuanto terminó el desfile, Mario Varquerizo le encargó un par. El marido de Alaska compartió la primera fila más repleta del día, ya que en ella se dejaron ver Ángel Corella, Bebe, Paco León, Rossy de Palma, Nuria March y Leonor Watling. 
¿Falta alguien? Antonio Alvarado celebró sus 30 años de desfiles con insectos en grafismos para ellas y cazadoras reversibles deportivas para ellos.
Y ahora sí, la última de la jornada. Pero ya saben lo de la cita evangélica. Pues eso, la primera de la clase al salir al rescate creativo con una colección-receta frente a los efectos grises de la recesión. No fue casualidad que arrancara con el «Morphine» de Michael Jackson. Lo suyo fue un antídoto a los sosos de la aguja. Estímulos. Energía. Como píldoras de ideas y de cuidada costura cayeron sus cuarenta propuestas en las que fusiona naranjas con rojos, fucsias con morados, crudos con negro. Día y noche, todo atado en corto y con un prospecto común: «La moda tiene que ser como un medicamento que lucha contra el veneno de la crisis, nos evade y crea ilusiones nuevas», explica Locking. El guiño que remató toda esta metáfora médica fueron varias piezas de látex, el de los guantes. Diagnóstico: adictos a la droga Locking. 


El regreso, por Norma
Las fotos de «¡Hola!» no son carne de Photoshop. Palabra. Si Norma Duval eligió esta revista para gritarle al mundo que se separa, la Madrid Fashion Week fue su vuelta a la vida pública, esa que abandonó por Frade y que ahora recupera de luto riguroso (¿tiene motivos?), pero con sonrisa de viuda alegre. Puntualísima llegó a Ifema para respaldar, con escote en uve, a Hannibal Laguna. «Por verle, vale la pena. Le conozco desde que tenía 15 años, así que fíjate si dura nuestra amistad», justificó flanqueada por su íntima Isabel Luque que, con la ruptura, también vuelve a los saraos. Sobre su ex esposo en ciernes: «No hago comentarios».