«¡Oé, oé, oé, oé, Champions, Champions!»

Horas antes de la final de la Champions, los aledaños del Bernabéu fueron una fiesta. Los forofos de las hinchadas del Inter y del Bayer, que adelantaban la victoria de sus equipos. La camaradería y el buen clima reinaron en el pre-encuentro Unos 80.000 seguidores del Inter y del Bayer se concentraron ayer en Madrid, la capital mundial del fútbol. Dos aficciones con dos cosas en común: el deseo de ganar la final de la Champions y el de celebrarlo por todo lo alto. El escenario por excelencia fue el estadio Santiago Bernabéu en donde se empezaron a congregar ambas hinchadas: la marea rojiblanc...

"A chuparla oé, a chuparla oé..."

Selección

Maradona hervía. Increpaba al linier y volvía hacia el banquillo donde el Kun Agüero parecía esconderse porque la grada del 'su' Vicente Calderón 'homenajeaba' al suegro. El estadio se lanzó con una poco elegante "a chuparla oé, a chuparla, oé" que habla tanto del Pelusa porque él puso la expresión en la lista de éxitos de todo el mundo. Esta mañana tendrá que declarar ante la FIFA por los exabruptos vertidos contra periodistas de su país tras alcanzar la clasificación para el Mundial.

El "a chuparla oé..." tan vulgar no deja de ser la respuesta de una grada que se ha acostumbrado al fútbol del 'tiqui-taca', de los jugones, el fútbol que se resume con el primer gol de España, ese fútbol que te atrae, que gusta, que enamora, el fútbol que ha servido a España para clasificarse brillantemente para el Mundial de Sudáfrica - sin sufrir, como otros- y que le permite sumar una nueva victoria ante otra campeona del mundo, y ya van cinco. El otro cántico de la grada tuvo como protagonista a Iniesta, al que adoran porque es elegante, distinto, auténtico.

La afición de la roja rechaza el fútbol duro, rácano, de presión, sí, con entrega, pero sólo eso. Rechaza ver a Messi bajando a buscar el balón a medio campo porque en nuestra liga, en la liga de las estrellas españolas, Messi hace filigranas, encandila porque se aprovecha de Xavi e Iniesta, dos bendiciones, dos futbolistas a los que Leo debe mucho, casi todo, un pedazo así de grande de su Balón de Oro.

Maradona improvisó una nueva alineación, nunca ha repetido once desde que ocupó el banquillo de la albiceleste. Hizo debutar al lateral del Rubin Kazan, situó a Coloccini de lateral, devolvió a Gago la batuta con Mascherano, de nuevo la ausencia de un '10' futbolístico impidió que Leo e Higuaín pudieran gozar de más ocasiones, y eso que en la segunda mitad la albiceleste se creció.

Ahí estaban Puyol, Piqué, Busquets, Iniesta y Xavi escuchando el himno español y Cesc en el banquillo. Leo debió pensar que con uno de los centrocampistas de esta lista ya hacia. Debió maldecir que Xavi no hubiera nacido en Buenos Aires, que Iniesta en vez de Fuentealbilla no fuera de Mendoza o que la madre de Cesc en vez de parir en Arenys no lo hubiera hecho en Rosario. Es lo que hay Messi, todos están con España.

Pero ojito al mensaje. La 'roja' se encontrará en el Mundial selecciones que quieran ganar por dureza, por aburrimiento, por presión. Se encontrarán selecciones rácanas y defensivas, ultra-defensivas. Se enfrentarán a equipos que provocarían que la grada de un entusiasta Vicente Calderón cantase "a chuparla oé...". Esta vez acabó bien, con un 2-1 que premia el fútbol creativo de España. Pero Vicente del Bosque debe ir preparando a esta selección para lo que les espera en Sudáfrica, porque España es favorita y eso pesa. Maradona alardeaba de que nunca una favorita gana el Mundial. Lo decía orgulloso. Como si realmente fuera estupendo ver a Argentina jugando tan mal en las eliminatorias que daban ganas de llorar.

España está en el grupo de las favoritas y debe captar el mensaje: qué nadie se lo crea. Porque selecciones como la albiceleste, con oficio y dureza, se encontrarán en el Mundial. Seguro

«¡Que la chupe, oé!»

Madrid- Maradona estaba serio en el banquillo, parado, tranquilo, hasta que Ansaldi se tiró al suelo y mandó por los aires a Silva. Tarjeta amarilla. Clara para todos menos para el seleccionador de la albiceleste, que empezó a hacer aspavientos, como indignado por lo que creía una injusticia. Todo formaba parte del teatro. Era la tercera amonestación para su equipo y no fue la última. Diego las protestó todas y cuando Xabi Alonso marcó de penalti, el Calderón le acabó recordando las palabras que dijo después de clasificarse para el Mundial. «Sigan chupando», dedicó a los periodistas en aquella ocasión. «Que la chupe, oé», le gritó el estadio español ayer al final del partido.
Argentina se equivocó a propósito. Pateó las espinillas y los tobillos de los jugadores de la «Roja», sobre todo del pobre Silva, en lugar de al balón. Para el «Pelusa» eso es «jugar al límite que el árbitro quiera imponer». El rondo que les estaba haciendo España no les gustaba y decidieron cortar de forma radical, con entradas y provocaciones. Heinze se enredó con Villa después de darle un manotazo, y el «7» contestó con una patada; Gago dio una violenta bienvenida a Cesc, que entró en la segunda parte; Tévez se atrevió con Busquets, que le saca una cabeza, por detrás... Y a cada patada, la cara de no me lo creo de los futbolistas argentinos y la protesta de Maradona.
Era su baza y la supieron jugar. Siempre en el filo: ningún expulsado, aunque la mitad de los jugadores con amarilla. Golpe a golpe, Argentina desesperó a España y logró igualar el tanto de Xabi Alonso con el penalti de Messi. El azulgrana levantó los brazos con furia, para que no digan en su país que no celebra los goles de la selección, que no la siente.
Argentina se hizo dueña del partido a su manera en la segunda parte. Hizo doce faltas por dos de España (8-22 en todo el encuentro). El equipo nacional no entró primero a la guerra, pero las patadas sacaron su coraje y se llevó el triunfo. A Del Bosque le gustó. Fue un amistoso para aprender: «Esperábamos un partido ácido y duro, y no lo digo como crítica, sino como halago al rival».

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