El torturado por los policías tiene “miedo” y no le “entra en la cabeza” la petición de indulto


El torturado por los policías tiene “miedo” y no le “entra en la cabeza” la petición de indulto

Desde que el pasado 31 de octubre se diera a conocer la sentencia firme del Tribunal Supremo de condena a dos policías locales por un delito de torturas, han sido varios los organismos que se han solidarizado con los condenados. La víctima, Nording Mohamed, sigue saliendo a la calle con miedo a posibles represalias de la Policía Local y asiste con incredulidad a la posibilidad de que el Gobierno local abandere la petición de indulto para quienes le golpearon hasta hacerle desear la muerte. Un dolor que reflejan las fotografías que ofrece aquí ceutaldia.com.

Es ahora cuando el agente Menéndez y el agente Quero (los condenados) han encontrado la solidaridad de sus compañeros, a través de las secciones sindicales de CCOO y de UGT y la asociación San Urbano o incluso del propio presidente de la Ciudad Autónoma o del secretario general del PSOE y asesor de la Delegación del Gobierno, José Antonio Carracao.

Los hechos se remontan al año 2003. Desde entonces a Nording Mohamed nadie del Cuerpo se ha dirigido a él para reconocer el error que se cometió con su persona. Nadie a pesar de que en marzo de 2008 la Audiencia Provincial ya condenara la actuación de los agentes sobre él; si bien, la redujera a una falta de lesiones y no considerara la acusación de torturas, un delito que sí ha estimado que existe el Tribunal Supremo.

“No lo veo justo que pidan el indulto después de lo que han hecho. De la forma que se han ensañado conmigo y que vayan como víctimas, cosa que no son”, se pronuncia Mohamed.

Miedo

La verdadera víctima de esta historia la que se llevó los palos es Nording Mohamed. Así lo ha estimado el Tribunal Supremo. Recuerda que llegó a desear morir durante la paliza. Fue cuando ya llevaban dos horas golpeándole. “Sacaron una pistola me la pusieron en la sien y uno de los policías me dijo textualmente: ‘tengo ganas de matar algún moro y creo que vas a ser tú’. Y le dije, pues nada, aprieta el gatillo y acabamos con este sufrimiento. Prefería que hubiera disparado. Pensaba que así por lo menos lo condenarían y no saldría ileso de esa faena. Yo no quiero que fuera de sheriff de la ciudad y pegara a diestro y siniestro ya fuera musulmán o cristiano o del Congo. A ningún ser humano”, recuerda Mohamed.

Hoy sigue  saliendo a la calle con miedo. “Son muchos y ellos se respaldan unos a otros, ¿cualquier noche, qué? Antes sí tardaba, ahora no me dan las once en la calle. Y siempre en sitios con gente. Antes sí iba a dar paseos con la moto o con el coche. Ya no me atrevo. Imagínate que en vez de hacerme esto me hubieran matado… En vez de pegarme en el hombro me pegan con la porra en la cabeza y ¿qué alegan? Que me he intentado escapar y me he caído por las escaleras. O me meten en un maletero y me tiran en una cuneta y después ¿qué sale en la prensa? Ajuste de cuentas. Cuando realmente ha sido un miembro de la policía. La verdad que tengo miedo”, resume Mohamed.

Justicia, no indulgencia

Quizás por esa sensación con la que aún convive y porque nadie en estos cinco años que ha durado el proceso judicial se ha dirigido a él para pedirle perdón, Mohamed tiene claro que no quiere que se indulte a nadie. Quiere que se cumpla lo dictado por la Justicia.

“La Ley está hecha para todo el mundo. En la Línea ahora han condenado a unos policías, que les den el indulto también. Y los que quedan aquí por celebrar juicio, que hay un chaval que le han roto la nariz, también, que le den el indulto si son condenados. Ellos se ponen el traje salen a la calle y se creen que son los amos y no es así, pagamos nuestras contribuciones y pagamos nuestros impuestos y cobran gracias a los impuestos que paga el ciudadano”, explica Mohamed.

“No me entra en la cabeza. No quiero que les den el indulto ni a ellos ni a nadie. A los que han cogido en Málaga con chocolate que también les den el indulto por ser miembros del cuerpo del estado o de la ciudad, cada vez que hagan algo que les den el indulto. Mañana salgo yo al centro hago una locura y alego que han sido motivos de nervios y pido perdón a todo el mundo y que me den el indulto. Para nada sería justo. Ahora si la Ciudad pide el indulto es como reconocer que pueden hacer lo que quieran”, insiste.

“Un mal uso del uniforme”

A Mohamed le queda aún un resquicio de solidaridad con las familias de los condenados a ocho años de inhabilitación, algo que les podría costar el uniforme. Una medida con la que está de acuerdo.

“Lo veo bien, por supuesto. Hacían mal uso del uniforme. La verdad, no me da pena que se queden en el paro, lo siento por sus familias… Pero por ellos no, porque deberían pensarse las cosas y no actuar tan precipitadamente. Si yo he cometido una infracción, un delito, lo que sea, que me detengan y me pongan a disposición judicial, pero que no se tomen la justicia por su mano”, explica.

Los hechos

Todo esto se remonta al año 2003, según relata Nording Mohamed, su hermano había tenido algún problema con uno de los agentes, Menéndez. Un buen día este agente y el otro ahora condenado le detuvieron en el centro de Ceuta y le amenazaron “cualquier día te vas a llevar una sorpresa, me dijeron”, relata Mohamed.

Interpuso denuncia en el juzgado he hizo hincapié en que “temía” por su “vida e integridad física”. Al día siguiente le daban el alto cuando iba de paquete en una moto. Los agentes que le detuvieron llamaron a Menéndez y éste les pidió que le retuvieran. Allí fue y se lo llevaron a la comisaría. “Me sentí como un paquete”.

Después dos horas de golpes. “Cuando se cansaba uno empezaba el otro”, relata Mohamed. Porrazos, patadas y golpes se sucedían mientras él permanecía esposado con las manos en la espalda. Después el episodio de la pistola.

De la comisaría se lo llevaron al ambulatorio del José Lafont. Era un viernes por la noche. Cuando vio que el agente salía hablando y riendo con el médico, decidió que prefería que no le revisara el médico. “¿Para qué? Iba a poner que me había caído o lo que ellos le dijeran y preferí evitar ese trago”, explica.

De ahí lo soltaron en un calabozo de la Policía Nacional y al día siguiente fue cuando el forense le realizó esas fotos a sus heridas. Su informe determinó que no podía haberse caído. “Al parecer cuando uno se cae tiene raspaduras y las heridas suelen contener tierra o suciedad. En las mías eso no se apreciaba”, relata Mohamed.

Ese informe del Forense, la falta de un motivo para darle el alto en el atestado policial, que se limitó a relatar como el acusado de desobediencia se dio a la fuga y se resistió a la detención, junto con la denuncia por amenazas que el propio Mohamed había interpuesto en el juzgado un día antes de que le torturaran han sido claves para que tanto la Audiencia Provincial como el Tribunal Supremo den la razón a la víctima.

Si bien la Audiencia Provincial en su fallo de marzo de 2008 redujo a falta de lesiones los hechos (6 meses de prisión y una multa de 600 euros), el Supremo sí ha estimado, tras el recurso presentado por la víctima, la acusación de torturas y por eso ha condenado a los policías locales. Ocho años de inhabilitación y uno de prisión. La condena supone la pérdida del uniforme.

Ahora quieren pedir el indulto, tienen el respaldo de las secciones sindicales de la Policía Local, la solidaridad del secretario general del PSOE, José Antonio Carracao y la del propio presidente de la Ciudad Autónoma, Juan Jesús Vivas. Todos se han puesto del lado de los torturadores.

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