Fue hace ahora dos meses: la Biblioteca Pública Miguel Ángel Blanco -la del Morro- propuso a mediados de febrero a la juventud caballa un reto nunca antes visto en la ciudad autónoma. La institución proyectó de cara a la primera quincena de abril un inusitado certamen con motivo del llamado 'Día Mundial de la Poesía', cuya efeméride se conmemora a lo largo y ancho del globo cada 21 de marzo. El objetivo era uno y solo uno: pulsar la creatividad de nuestros jóvenes.

Decimos que la iniciativa no tiene precedente por la sencilla razón de que jamás en la historia de Ceuta se ha instado a un concursante a transformar un poema en un dibujo. Siendo esa la premisa, el programa obligaría a todos cuantos a él concurriesen a estrujar su ingenio hasta límites insospechados; la cosa no sería nada fácil.

El concurso en cuestión llevaba por nombre 'Ilustra un poema'. La elección del eslogan, claro, no fue fruto de la casualidad: la idea era que los participantes plasmasen sobre el papel una poesía de libre elección. El único requisito -el único de peso- era que la creación resultante guardase relación con la obra lírica seleccionada.

Estaban llamados a tomar parte en la cita jóvenes de entre 8 y 25 años. La Dirección de la Biblioteca resolvió que hubiese dos grupos: el primero estaría conformado por aquellos aspirantes que no superasen los 13; el segundo, por quienes tuviesen de 14 en adelante. Independientemente de la edad, cada artista podría presentar un máximo de dos ilustraciones. Estas habrían de ser "originales e inéditas"; no se pedía otra cosa.

"Cualquier técnica será válida", adelantaron en su momento los promotores. Eso sí: había que utilizar un A3. En su dorso, debían figurar el nombre completo, la edad y el número de teléfono del autor de turno. Una vez hecho todo eso, tocaba replicar a Julio César con aquello de "la suerte está echada".

Como en todo certamen, lo mejor del que hoy nos ocupa serían los premios: en ambas categorías, el primer puesto llevaría aparejado "un cheque regalo en material artístico". Su valor: 100 euros limpios de polvo y paja. A quienes no ganasen, les quedaría el relativo consuelo de que su obra se exhibiría en la Biblioteca; un reconocimiento donde los haya.

Hoy, 15 de abril, tras largas semanas de espera e incertidumbre sin igual, la organización ha celebrado la preceptiva ceremonia de entrega de galardones. Ha sido en la propia Miguel Ángel Blanco: allí, en la sala de usos múltiples del lugar, en medio de la quietud y el silencio tan propios del ambiente de estudio de los opositores, han sido recibido casi con honores quienes, por méritos propios, han logrado destacar por encima de sus competidores.

Sus caras lo decían todo: llevaban dibujadas en sus rostros la palabra 'ilusión'; estaban felices. Más que felices, estaban pletóricos. Ciertamente, no era de extrañar: uno no recibe un premio todos los días. Ya no es el premio; es el regocijo de haber triunfado en un concurso (no todo el mundo puede presumir de ello...).

La previsión inicial era repartir los galardones a principios de mes. No obstante, la exagerada participación hizo que las deliberaciones se dilatasen sobremanera. "Se han presentado muchísimos trabajos", reconocía Yolanda Carbonell, una de las principales precursoras de la iniciativa.

Dentro del segmento más juvenil, la primera plaza ha sido para Daniel Pareja y Luka López, dos alumnos del Colegio San Daniel a los que los versos de En noches claras, de Gloria Fuertes, les han valido una merecidísima recompensa en forma de talón canjeable.

Aunque no estaba contemplado, al final, la organización ha acabado pasando por el aro e implementando dos accésits para cada categoría. En la de 8 a 13 años, estos han sido para Ainhoa y Naiara (también del San Daniel) y para Rania Elsain, una estudiante de Primaria del Juan Morejón que ha caricaturizado una obra de Federico García Lorca: Mariposa del aire.

La persona que se ha impuesto a sus rivales en el segmento que iba desde los 14 años en adelante ha sido Natalia Becerra, un rostro de sobra conocido dentro del micromundo del arte ceutí. La creación con la que la joven se ha subido a lo más alto del podio está basada en el Soneto XVII de Pablo Neruda. Para su elaboración, Natalia se inspiró en un retrato de Gustav Klimt: El beso. El resultado es el que es: un trabajo de auténtica envidia.

Por detrás de Natalia, el primer accésit se lo ha agenciado Ana Ciriero Herrero; el segundo, se lo ha embolsado María Voigt Aguilar. En este caso, García Lorca y Emily Dickinson han guiado sus respectivas brochas.

La de este 2024 ha sido su primera edición, sí, pero, viendo la gran acogida de la que ha gozado, la Biblioteca vaticina que habrá más. "Repetiremos el año que viene", adelantaba Carbonell.