No han pasado ni dos meses desde su más reciente visita a la ciudad; fue el 7 de marzo cuando se dejó caer por aquí por última vez. Lo hizo en vísperas del Día Internacional de la Mujer por petición expresa de la Federación de Baloncesto. Se ve que le supo a poco, que no tuvo suficiente, que quería más. Por eso ha vuelto a pisar Ceuta... Sí, hablamos de Fernando Romay; hablamos de un tipo que este fin de semana ha regresado a la que va camino de convertirse en su segunda casa.

Iba a ser un invitado. El más importante de todos, sí, pero un invitado, al fin y al cabo. La Policía Nacional configuró el evento de forma que fuesen sus guías caninos (y los perros que acompañan a estos) quienes acaparasen el grueso de las miradas. A pesar de que la exhibición y todo lo que ha venido a posteriori ha sido un éxito total, al final, quien ha centrado la atención -por una cuestión de puro caché- ha sido el ex del Real Madrid.

Hace sesenta días, fue a instancias de la territorial caballa; esta vez, ha sido por mediación de la Jefatura Superior. En ambos casos, el fin ha sido el mismo: integrar a Romay en un torneo de baloncesto. El organizado por el Cuerpo en el contexto de su bicentenario ha tomado como escenario exactamente el mismo que Molinary y los suyos eligieron para conmemorar el 8M: el Antonio Campoamor. Allí estaba él, sentado en una silla en la que a duras penas cabía (no hay que olvidar que el expívot mide la friolera de 2,13 metros de altura).

Al igual que sucediera en marzo, Romay ha copado este sábado (casi) todo el interés de quienes han tomado parte en la cita. Ciertamente, no era para menos: el baloncestista atesora un palmarés de auténtico infarto, uno en el que figuran, por citar solo un par de ejemplos, 8 Ligas y 2 Copas de Europa.

Decía Romay que la iniciativa era de su absoluto agrado por "tres motivos fundamentales": el primero, que "se permite a los chavales jugar al baloncesto"; el segundo, que su desarrollo sirve para "conmemorar el bicentenario de la Policía"; el tercero y último, que, con todo ello, se le presenta la oportunidad de "venir hasta aquí". "Eso es absolutamente fantástico", confesaba.

Tras observar detenidamente a la chavalería, Romay tiene claro que el baloncesto caballa "tiene mucho futuro". Sea como fuere, el medallista olímpico cree que lo mejor del deporte de la canasta no tiene que ver, precisamente, con el plano deportivo, sino, sobre todo, con los "valores" que este mismo transmite. "Suponen aprender un estilo de vida no solo sano en lo físico, sino, también, en lo social", valoraba el ex de la Selección Española.

No le ha hecho falta moverse: todos -grandes y pequeños- han ido acudiendo a él a medida que iban pisando la cancha del Campoamor. Porque sí: todos -grandes y pequeños, otra vez- querían su instantánea. Al final, Romay ha acabado dedicando casi más tiempo a fotografiarse con unos y otros que a hacer de espectador.