Dicen que a nadie le amarga un dulce. Dicen también que los niños se fijan en sus adultos y que siempre hacen lo que estos últimos. Que se lo digan a los estudiantes del CEIP Príncipe Felipe... El pasado 28 de febrero, les tocó a sus homólogos del Reina Sofía; hoy, tras más de dos semanas de larga y tediosa espera, por fin, les ha llegado su turno: el de ser policías por un día.

La Consejería de Presidencia y Gobernación lo avisó hace escasas fechas: "Habrá jornada de acercamiento". El pretexto era el mismo de siempre: "Difundir y promocionar la labor que la Policía local lleva a cabo para salvaguardar y garantizar la seguridad y la tranquilidad de la ciudadanía". Eso y hacer que los chiquillos se los pasaran en grande entre sirenas y material antidisturbios.

La comitiva llegaba al colegio pasadas las diez en punto de la mañana con un furgón de atestados a la cabeza. A remolque, un vehículo de la Unidad de Intervención Rápida, un par de coches patrulla y otro par de motocicletas de gran cilindrada. Ante todo ello, un grupo de menores ojipláticos (y algún que otro profesor igualmente sorprendido).

Catorce días esperando son muchos días esperando. Los nervios estaban a flor de piel: los escolares ardían en deseos de recibir en su segunda casa a la Policía local (y de ponerse momentáneamente en su piel, claro). La visita tenía por objetivo algo bien sencillo: hacer ver a los más pequeños que la nuestra es "una Policía cercana". "Queremos que sepan que estamos para ayudar a los ceutíes y para colaborar con ellos", decía el inspector Rafael Alarcón.

A la actividad no le ha faltado un solo detalle: luces, sirenas, porras, chalecos antibalas, cascos, escudos de protección, alcoholímetros, kits de detección de droga... Por haber, ha habido hasta un control de tráfico, uno que ha servido para dar el alto a todo aquel periodista que se aproximase.

Del lado de los niños, había dos grupos bien diferenciados: por un lado, estaban los que temblaban de miedo con el rugir de las motos; en la otra cara de la moneda, se encontraban aquellos que, por contra, disfrutaban como críos (nunca mejor dicho) haciendo sonar los escapes, casi como si el espíritu del mismísimo Marc Márquez se hubiese apoderado de sus conciencias.

"Siempre se lo pasan muy bien", resumía Alarcón. "Para ellos, es algo muy motivante porque les sirve para conocer la otra cara de la Policía", aportaba el actual director del Príncipe Felipe, David Ugarte, quien cree que la experiencia que hoy nos ocupa es "muy enriquecedora". "Es algo que hay que incentivar", añadía.

La diversión no ha quedado solo en el patio; también ha llegado al aula. A la biblioteca, más bien. Allí, entre libros y estanterías, una pareja de agentes ha impartido a un nutrido grupo de alumnos una distendida charla sobre drogas y otras adicciones. Pese a que todo llevaba a pensar que lo único que querían los menores era toquetear los coches y las motos, la lección ha gozado de buen feedback; el seguimiento ha sido rotundo.