Un brindis

-Excelentísimo señor encargado de la cosa pública grande, ilustrísimo señor responsable de la cuestión privada de aquí, señores gestores de esto y lo de más allá, amigos, compa- ñeros, al hombre aquel que está al final de la habitación.

Quiero proponer un brindis. Coged vuestras copas y alzadlas conmigo. Elevadlas al cielo para que así os podamos dar gracias. Gracias por visitarnos, por querer conocernos, por ver de cerca nuestros problemas, nuestras miserias, nues- tras especificidades. Somos gente humilde, pero honrada, y por eso no nos gusta pedir. Pero cuando es necesario no hay otro remedio. Porque la solidaridad es un valor funda- mental, que sustenta la grandeza de los pueblos, y ayuda a seguir creciendo a los necesitados. Así que gracias de nuevo por prestarnos vuestro apoyo para ir a ver al primo belga y decirle aquello de “nosotros hemos venido aquí a pedir”, porque estamos tiesos. -Una pregunta, si no tenéis un duro ni para cambiar bombi- llas, ¿por qué estamos aquí los sesenta brindando con Moët Chandon? -Pero mira cómo suben las burbujitas.

Un brindis


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