Cae la lluvia sobre Tajonar. José Antonio Camacho (Cieza, 1955) se enjuaga las gotas que le caen por el característico flequillo y mira al cielo con ademán retador. El entrenador de Osasuna conserva la misma energía mental, las mismas ganas de dar voces entre jugadores y de hundir las botas en el barro que cuando era futbolista. A diferencia de muchos colegas, que a fuerza de hacer política se fabricaron una máscara diplomática y un discurso a propósito, Camacho no puede dejar de ser Camacho. Habla con el corazón. Sobre todo, cuando habla del Madrid, el equipo que visita.