Las muy conocidas y más triste declaraciones sobre Haití que ha hecho Monseñor Munilla, obispo de San Sebastián, descalifican como pretendido líder moral a este prelado, pero también es un síntoma de una situación enormemente grave que se da en los grupos sociales cerrados, demasiados volcados en la defensa de sus intereses (por presuntamente elevados que sean) y que no ven más allá de la cosmovisión grupal.

Uno de estos grupos es el clero católico, que no solamente vive en el mundo fáctico que compartimos con ellos, sino que son los guardianes de un mundo ‘espiritual’ que, curiosamente, es más elevado e importante. Un mundo ‘espiritual’ que es el que da sentido a su existencia y el cual ponen sobre todas las cosas.

Monseñor Munilla ha actuado con plena coherencia con la cosmovisión que defiende y vive, en la que la pobreza y el sufrimientos de centenares de miles de personas es menos grave que yo y unos cuantos millones de españoles no cumplamos con el precepto de la misa dominical o que yo y otros muchos nos consideremos fundamentalmente materialistas, porque no tragamos con explicaciones espirituales, sobrenaturales, paranaturales o místicas.

Monseñor Munilla es una magnífica expresión de lo que es la cosmovisión egoísta de buena parte del sumamente envejecido clero católico español. Un egoísmo que magnifica sus intereses y sus pequeñas y míseras sobre males que no necesitan más interpretaciones que ellas mismas.