En numerosas ocasiones he expresado mi indignación y total rechazo ante la proliferación de denuncias efectuadas por los portavoces de las formaciones políticas en la oposición ante los medios de comunicación, sin prueba alguna, que jamás llegan ante los tribunales de justicia, entendiendo estos como los órganos públicos competentes cuya finalidad principal es resolver litigios con eficacia de cosa juzgada. Una estrategia centenaria muy utilizada en nuestro pasado político más cercano argumentada en el ancestral proverbio injuria y calumnia que siempre algo queda.
En esta ocasión, centraré mis reflexiones en las acusaciones protagonizadas por el portavoz adjunto de la coalición Caballas, vertidas ante los medios de comunicación en octubre del año 2010, relativas a un presunto pelotazo protagonizado por el anterior Jefe de Gabinete del Presidente de la Ciudad, Francisco Javier Sánchez Paris, con motivo del procedimiento seguido en la adjudicación del mobiliario del Conservatorio de Música ubicado en el Complejo Cultural del Revellín. Unas acusaciones, que ocuparon páginas y páginas en los medios de comunicación locales, que situaron al ex Jefe del Gabinete en el disparadero mediático.
Unas acusaciones desmentidas, en primer lugar, por quienes entendíamos que dicha adjudicación había seguido escrupulosamente los procedimientos administrativos legalmente establecido a pesar de las acusaciones difundidas en unos pocos medios de comunicación, y finalmente también desmentidas, casi tres años después, tras ser requerido por la Justicia para ratificar sus acusaciones iniciales, por quien protagonizará unas afirmaciones en las que aplicó, una vez más y no será la última, su particular estrategia injuria y calumnia que siempre algo queda. Acusar maliciosamente por el mero hecho de causar daño no puede resultar gratuito bajo ningún concepto y mucho menos en las circunstancias políticas actuales.