Es el segundo día en esta semana que hablo de uno de mis gremios más queridos, el de los taxistas. Es el más querido porque todos sabemos que siempre van a la misma velocidad, independientemente si van llenos o vacíos; respetan escrupulosamente las normas de la circulación y nunca, nunca, encuentran la ruta más larga para ir de un lugar a otro, ni se aprovechan de que el cliente sea de fuera. Son el modelo empresarial del futuro es España (y sé que estoy generalizando y que todas las generalizaciones son injustas).

Pues el viernes, cuando llegué a Sevilla, vi como tenían completamente bloqueado el centro de Sevilla con 1.500 taxis. Ellos demandan el cumplimiento de un plan de modernización del taxi cuyo eje es el rescate por parte del Ayuntamiento de cuarenta licencias a costa de las arcas municipales, por supuesto. Básicamente todo el plan de modernización es un compendio de dineros que los sevillanos tienen que pagarle a estos empresarios para que sigan siendo tan ejemplares como siempre.

Hace varios días indicaba que el hecho de que el número de licencias sea restringido es una ayuda económica de primer orden a este sector. Es posible que algo se esté haciendo mal cuando, en todo el país, este sector se considera tan merecedor de ayudas públicas, hasta para comprar sus vehículos. Creo que, aprovechando la LES, se podría cambiar a naturaleza del servicio del taxi y liberalizarlo, es decir, que toda persona que quiera y que cumpla los requisitos pueda hacerse con un licencia de taxis.

Lo mismo de esta forma para que los taxis sean rentables, no necesiten tantas ayudas públicas y que haya tanta cantidad de ellos como el momento económico propicie, y así de camino nos quitamos de encima ese mundillo de organizaciones que quieren restringir sistemáticamente la entrada de nuevos operadores en el mercado.