Nueva Zelanda y la Bioseguridad


Nueva Zelanda y la Bioseguridad
La tele irlandesa está llena de programas británicos, norteamericanos, austrialianos y neozelandeses: cuestiones del idioma. En uno de los programas neozelandeses le podía ver a sus aguerridores vigilantes fronterizos revisando concienzudamente las maletas de peligrosísimos pasajeros de aviones recién aterrizados en busca de un salami, maíz dulce o simplemente de nada (como se sucedió a [...]


La tele irlandesa está llena de programas británicos, norteamericanos, austrialianos y neozelandeses: cuestiones del idioma. En uno de los programas neozelandeses le podía ver a sus aguerridores vigilantes fronterizos revisando concienzudamente las maletas de peligrosísimos pasajeros de aviones recién aterrizados en busca de un salami, maíz dulce o simplemente de nada (como se sucedió a un español).
La legislación medioambiental neozelandesa es muy estricta con todo lo que tenga que ver con la entrada en su territorio de especies vegetales (lo de las animales es paroxismo) y una multitud de productos. La lista es tremenda.
Además de los controles normales de documentación y seguridad, el último control es el medioambiental, con un montaje digno de la operación antiterrorista más costeada que se pueda pensar. Y todo eso hay que pagarlo, claro.
Resulta que antes de pasar el control medioambiental tienes que rellenar una declaración de lo que llevas. Si los vigilantes medioambientales descubren algo no declarado en tus maletas o en cualquier otra parte de tu indumentaria o vestimenta entonces no sólo te obligan a tirarlo en los contenedoras al uso, sino que te ponen una bonita multa de 200 dólares neozelandeses (93.26 euros) para financiar el chiringuito tanto con los que intenta transgredir la norma como con los muchísimos despistes que se dan.
Pero lo más simpático de todo eran las poses y las actitud de los vigilantes. Parecía que estaban en una situación límite, con riesgos por todos lados y ellos con poses a lo “Miami Vice”, cuando realmente a lo que se “enfrentaban” eran a cansadísimos turistas después de muchísimas horas de vuelo y que, por lo general, no quieren problemas y hasta pagaban la multa con su tarjeta de crédito.
A estos vigilantes los mandaba yo a hacer un intercambio con el Aeropuerto de Barajas o con el Servicio de Vigilancia Aduanera en la zona del Estrecho de Gibraltar.

B ioseguridadLa tele irlandesa está llena de programas británicos, norteamericanos, austrialianos y neozelandeses: cuestiones del idioma. En uno de los programas neozelandeses le podía ver a sus aguerridores vigilantes fronterizos revisando concienzudamente las maletas de peligrosísimos pasajeros de aviones recién aterrizados en busca de un salami, maíz dulce o simplemente de nada (como se sucedió a un español).

La legislación medioambiental neozelandesa es muy estricta con todo lo que tenga que ver con la entrada en su territorio de especies vegetales (lo de las animales es paroxismo) y una multitud de productos. La lista es tremenda.

Además de los controles normales de documentación y seguridad, el último control es el medioambiental, con un montaje digno de la operación antiterrorista más costeada que se pueda pensar. Y todo eso hay que pagarlo, claro.

Resulta que antes de pasar el control medioambiental tienes que rellenar una declaración de lo que llevas. Si los vigilantes medioambientales descubren algo no declarado en tus maletas o en cualquier otra parte de tu indumentaria o vestimenta entonces no sólo te obligan a tirarlo en los contenedoras al uso, sino que te ponen una bonita multa de 200 dólares neozelandeses (93.26 euros) para financiar el chiringuito tanto con los que intenta transgredir la norma como con los muchísimos despistes que se dan.

Pero lo más simpático de todo eran las poses y las actitud de los vigilantes. Parecía que estaban en una situación límite, con riesgos por todos lados y ellos con poses a lo “Miami Vice”, cuando realmente a lo que se “enfrentaban” eran a cansadísimos turistas después de muchísimas horas de vuelo y que, por lo general, no quieren problemas y hasta pagaban la multa con su tarjeta de crédito. Aunque el abordaje de yates en busca de lata de conservas, carne o lechugas con toda la parafernalia de la toma de un buque tampoco se queda corto.

A estos vigilantes los mandaba yo a hacer un intercambio con el Aeropuerto de Barajas o con el Servicio de Vigilancia Aduanera en la zona del Estrecho de Gibraltar.

Posted in Derecho Administrativo, Derecho Fiscal, Estío 2009, Geógrafo en Hibernia, Nueva Zelanda, Sanidad, Turismo

Posted originally: 2009-08-04 14:37:45

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