Hubo un momento al final de la primera parte en el que con los dos mediocentros sobre el campo, Álex y Jesús Vázquez, Valerón bajó su posición quince metros y se colocó incluso tras ellos. Pidió la pelota al pie y empezó a dibujar pases como impulsado por un compás. De pronto, el Deportivo, que se había pasado largos minutos con la lengua fuera, olvidó incomodidades, volteó la situación, encontró el criterio y la mesura para gestionar la pelota. Pareció el equipo dominador que se aguarda y no se acaba de percibir más que a retazos. No semeja tampoco una solución que Valerón asuma esa labor: quien da el primer pase rara vez llega a dar el último.