¿Cuál es mi día favorito de la semana? Si me hubiese hecho la misma pregunta durante mis años de simple escolar la respuesta hubiese sido fácil y rápida: el viernes. ¿El peor día? El domingo. Supongo que se debe a mi propia forma de ser, siempre pensando más en lo que pasará que en disfrutar el momento en sí. De tal manera, el viernes era el anticipio maravilloso del fin de semana que llegaba, el domingo en cambio era la lápida que marcaba la tumba y el má allá del lunes y el retorno a la rutina. Sin embargo, con los años me he ido atemperando en mi carácter, y poco a poco he aprendido a disfrutar lo que la vida me ofrece en cada instante. De tal forma que el sábado ha ido cada vez más ganando terreno al viernes, y el domingo ha dejado de ser ese día fatídico, supongo que en gran parte también gracias al lenitivo que, al menos de septiembre a febrero, me ofrece mi cada vez más creciente pasión por el fútbol americano. Pero si me preguntan en concreto si me gusta el día marcado por la fría mano del desprecio, el más temido, el más odiado, en definitiva, si me gustan los lunes, la respuesta es un contundente sí, me encantan.

No siempre ha sido así. Antes los lunes no tenían nada especial, los días en los que acontencían todos los sucesos que relato a continuación era los viernes. Sin embargo, los hados han querido modificar su ubicación en la semana, y no sé si será por eso que cada vez me los tomo con mejor humor. Porque también he de reconocer que al principio tan sólo provocaban ira y enfando, aunque afortunadamente he aprendido a ver la cara amable.

Me gustan los lunes. Me gustan los lunes porque se regala dinero a todo el mundo, me gustan los lunes porque no hay problemas y el futuro siempre es maravilloso y resplandeciente, me gustan los lunes porque todo el mundo está de acuerdo. Me gustan los lunes. Me gustan los lunes porque siempre brilla el sol y el dinero nunca se acaba, me gustan los lunes porque todavía nadie se ha quejado, me gustan los lunes porque me divierto y la risa es constante. Me gustan los lunes porque cada uno es una nueva sorpresa que supera a la anterior, porque siempre es divertido ver a alguien fuera de quicio. Me gustan los lunes porque cada semana compruebo empíricamente que mis dos máximas favoritas se cumplen: 'La incompetencia humana no tiene límites' y 'Nunca subestimes la estupidez ajena'.

Así que lo crean o no, se lo aseguro: adoro los lunes.