Javier Ángel Díez Nieto
Javier Ángel Díez Nieto
Javier Ángel Díez Nieto

Hoy, 25 de abril, es el día mundial de la defensa de los pingüinos, pájaro peculiar, que ni tan siquiera vuela. Por eso, dada la estupidez imperante, les dedico este articulo a todos ellos.

 ¡Bien…yo ya estoy harto de los ingenuos hombre de bien! Y por eso vuelvo con las cosas de la frontera. Ya sé que soy un poco pesado, pero es que a mí me asalta una rabia inmensa, cuando veo y escucho, las manifestaciones y discursos tomboleros de toda índole, apoyando la inmigración ilegal como algo bueno, Discursos, que rápidamente como levadura de la estulticia imperante, se propagan por los innumerables medios de comunicación, defendiendo el asalto a las mismas. Por ello, he creído conveniente y necesario aclarar los problemas y riesgos que conlleva la llamada inmigración ilegal para las sociedades que la padecen. En fin… ¡Que, con ellos, vienen los problemas a la sociedad y los tontos no son capaces de conocerlos, por eso es necesario defender España de sus salvadores!

 ¡A ver si nos enteramos!, La frontera no es un invento moderno, sino que en nuestra nación España, ya se remonta a tiempos de Alfonso II en el siglo VIII. Rey que dictó un decreto general, sobre repoblaciones de las zonas ocupadas. Un claro ejemplo es el fuero de Oreja en Toledo otorgado por Alfonso VII, en 1139. Ya más cercano en el tiempo, tenemos noticias del Real Decreto de Fernando VII, del año 1824 que dio lugar posteriormente al Bando del superintendente general de 1826, que otorgaba en su artículo XIII, apartado 2º, a la policía determinadas atribuciones privativas, como…:” Expedir y visar los pasaportes de los viajeros…, ya viajen dentro el Reino, ya hayan de salir fuera de él”. Posteriormente se promulgaría el Real Decreto de 17 de noviembre de 1.852. que establecería una prohibición de entrada, sancionando su contravención con una multa y su posible expulsión, que quedaba a la discrecionalidad del Ministerio de Gobernación. Desde entonces y hasta la ley de extranjería de 1985, la entrada se regulaba por órdenes y disposiciones gubernamentales. Y así, burla… burlando, llegamos a nuestros días.

Sin embargo... ¡Cuántas cosas raras estamos descubriendo en nuestra sociedad! Porque, actualmente y rompiendo con toda su historia, en la mayoría de las ocasiones solo se hacen análisis buenistas y no realistas de este problema. Y aquí surge el problema de las ONGs subvencionadas, legislaciones y mafias de trata de personas, que tanto favorecen dicha inmigración ilegal. Pero, para un análisis al menos aproximado, tendremos que comenzar por saber qué es lo que produce dicha inmigración ilegal y así sabemos, en primer lugar, que la idea de que la riqueza y el bienestar fija a las personas a un sitio determinado y que su falta anima a los individuos a la búsqueda de otros lugares. Es, por tanto, la desigualdad de patrimonios y servicios, la que está determinando la aparición o no de la inmigración ilegal. Idea que se ha mantenido históricamente y que hace que, ante el fracaso económico del Tercer Mundo, los estados de bienestar de la Europa actual, sean el objetivo de una inmigración creciente y continua. Más son muchos los problemas que origina la inmigración ilegal en la convivencia pacífica, alterando el estado de normalidad en las relaciones sociales e individuales de sus ciudadanos. Al margen de que poco a poco, disuelven los principios políticos, éticos y morales que dieron lugar a la sociedad en la que se asientan estos inmigrantes. por ello, las fronteras son más que nada para… ¡PROTEGER EL RÉGIMEN POLÍTICO Y LA CONVIVENCIA SOCIAL, QUE HEMOS ALCANZADO DURANTE TODA LA HISTORIA! Como también decía Ortega y Gasset.

 De esta manera, reconociendo este problema de la inmigración ilegal, ya la Unión Europea, en el Tratado de Ámsterdam, firmado el 2 de octubre de 1997, modificó profundamente el anterior Tratado de Maastricht, y que como novedad sustancial introduce un nuevo paquete de disposiciones relativas a visados, cruce de fronteras, asilo, refugio, inmigración..., y en general todas las políticas que tienen relación con la libre circulación de personas. Con ello, se intenta realizar una política uniforme en Europa, sobre la inmigración externa, que evite la inmigración ilegal. Para ello, han dado normas comunes a las llamadas fronteras exteriores de la Unión (como la de Ceuta), puntos de entrada cuya responsabilidad recaerá siempre, sobre los Estados miembros en que las estas se sitúan. Sin duda el globalismo y las organizaciones internacionales no solucionaran el problema. ¡En fin…! más o menos todas estas normas, vienen a decir que… ¡Que cada cual sostenga su vela!  ¡Chúpate esa...! ¡Hasta qué punto, todo es nada!

Contrariamente, y desde hace un tiempo, se está acusando al partido constitucionalista VOX de ser un partido xenófobo, ya que no admite la idea de autorizar la inmigración ilegal sin control. Al parecer, la gente olvida que ya la ley española dice que la entrada en España debe ser pacífica y legal, cosa que no cumple ninguno de los inmigrantes ilegales. Y esto es así… ¡Mal que les pese a nuestras buenistas, subvencionadas e interesadas ONGs! Y yo estoy de acuerdo con VOX, ya que la Inmigración Ilegal, lleva en su esencia misma el conflicto. ¡Sobre todo en nuestra ciudad

Por todo ello, a los funcionarios encargados de dicho control fronterizo (¡Nada fácil!), se les exige cada día más, una extraordinaria profesionalidad y especialización, ya que realizan una valiosísima función social de defensa, imprescindible en los retos que nos aguardan a todos como ciudadanos, ya no solamente españoles, sino a la Unión Europea y a los inmigrantes legales.  Y desde luego… siempre he opinado contrariamente a lo que hacen las buenistas ONGs, porque, como he repetido hasta la saciedad… ¡SOLO LOS NECIOS ATACAN A SUS CENTINELAS! Por eso y desde estas líneas, mi absoluto apoyo a los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad Fronterizos en su lucha contra la inmigración ilegal, que están más solos que la una, ya que nadie les entiende, ni entenderán, máxime con los vaivenes políticos que sufrimos. Y… ¡Que Dios, los coja confesados!