Ya han terminado las elecciones. El día 22 el pueblo soberano, o al menos parte de él, habló en las urnas. Casi el 47 por 100 del electorado decidió no acudir a votar. No sé si sería por desconfianza con el sistema que hemos convenido en llamar democrático, o por pereza o, simplemente, por algún impedimento físico o material.

Lo cierto es que, prácticamente, dos de cada tres ceutíes de los que emitieron un voto válido han sido los que han tomado la decisión, una vez más, de conceder al Partido Popular y a su cabeza de cartel, Juan Vivas, la responsabilidad de dirigir la administración de esta ciudad durante los próximos cuatro años.

No queda más remedio que resignarse. El pueblo es soberano, hasta para equivocarse si quiere. La mayoría ha refrendado una política que ha generado desigualdad, paro y frustración para una gran parte de la población. Las propias víctimas de esta política la han apoyado. Contra este secuestro intelectual no se puede nada.

Lo cierto es que la maquinaria electoral del PP ha funcionado a la perfección. Los medios de comunicación al servicio del régimen han deformado la realidad hasta el punto de convertirla en pura ficción. Alguna que otra excepción, como este medio o ciertas emisoras de radio, no empece la consideración de colaboracionistas de la mayoría de los medios con la política desarrollada por Vivas y su gobierno.

Pero no solo ha sido una campaña mediática. El régimen de Vivas, que ha penetrado hasta el tuétano de este cuerpo social, ha utilizado todos los recursos, habidos y por haber, para conseguir nuevamente una victoria arrasadora en las urnas. Desde los regulares, a los que me referí en uno de mis primeros artículos publicados en este medio, hasta los presidentes de asociaciones de vecinos, pasando por los matones situados en los aledaños de los colegios electorales para dar el cambiazo al voto de los que pudieran tener el atrevimiento de votar por alguien distinto al convenido entre los manijeros de la zona y los gerifaltes del régimen.

No voy a poner pegas a la incuestionable victoria del PP. Pero cuando uno va sobrado, no necesita ayudas. Tanta mayoría absoluta se tiene con 13 como con 18. No merecía la pena tanta degradación cuando la victoria estaba asegurada. Han hecho un gasto innecesario, pero no les importa porque lo pagaremos todos.

Ahora ha llegado el momento de que los recolectores de votos pasen su factura. Los que se quedaron fuera de la lista pero que ha sido íntimos colaboradores del régimen aparecerán por el despacho del caudillo con la consabida pregunta: “¿Y de lo mío, qué?

Ahora habrá que pagar los servicios prestados a la causa. La aportación de cada uno será convenientemente pesada, medida y contada. El pago será proporcional a lo que cada cual haya presentado como contribución a la victoria. Irá desde una pequeña cantidad a tanto alzado hasta un cargo de viceconsejero o asesor del presidente, con un sueldo de no menos de 4.000 euros al mes. Algunos se conformarán con la colocación de algún pariente en cualquiera de las empresas municipales o en alguna de las concesionarias de servicios públicos de titularidad municipal o, por lo menos, con la adjudicación de una vivienda de protección oficial.

En los próximos días, veremos nombramientos en el BOCCE que podrían resultar sorprendentes. Se atribuirán cargos de todo tipo a personas sin ninguna formación ni experiencia. El único requisito será haber aportado grano al granero del PP o, al menos, haber impedido que otros lo recolectaran para los suyos.

Para salvar las apariencias, no lo harán todo de golpe. Lo irán haciendo poco a poco en los próximos meses. En función de los resultados, unos irán primero y otros después. Si alguno se pone nervioso porque lo suyo no llega, se le pedirá que tenga un poco de paciencia, que hay que esperar un poco, que la cosa esta muy mal, pero que no lo dude que lo suyo se hará. De nada le servirá protestar o reclamar por la palabra incumplida. Si se sale del redil no habrá nada para él y, si pretende publicar su historia, no habrá ningún medio dispuesto a darle difusión.

Mientras tanto, el interés general volverá a caer en el olvido. Serán otros cuatro años de despilfarro, de subvenciones a los amigos y de abandono de los más necesitados. El número de parados pasará de 15.000 pero no importará a nadie, porque en las próximas elecciones la maquinaria electoral volverá a funcionar con absoluta precisión y los vecinos y vecinas de esta ciudad volverán a entregar su voto a los mismos que por entonces llevarán casi 15 años en el gobierno. Serán, porque así lo habrán querido los ceutíes, gobernantes vitalicios.