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Los bosques del planeta, medidos desde satélite

Tres satélites ha utilizado la NASA para tomar los datos con los que se ha confeccionado un mapa global de la altura de los bosques, el primer de este tipo, asegura la agencia. El mapa servirá a los científicos para hacer la estimación de cuánto carbono está almacenado en los bosques mundiales y calcular la velocidad del ciclo del carbono entre los ecosistemas y la atmósfera. Existen mapas regionales y locales de la altura de los boques, pero el nuevo es el primero que abarca todo el planeta utilizando un método uniforme de toma de datos.

España desaprovecha los recursos de sus bosques

A medida que del paisaje español han ido desapareciendo los terrenos de cultivo ha aumentado la superficie de los bosques. España, con 27,5 millones de hectáreas y con una larga tradición en reforestaciones, es el segundo país, tras Suecia, con mayor superficie forestal de Europa y el tercero, tras el país nórdico y Finlandia, en superficie arbolada.
Pero a pesar de estos datos, lo cierto es que en otras cuestiones queda aún largos caminos por recorrer, tales como el empleo de la biomasa como fuente de energía, la reducción de importaciones de madera o el incremento de certificación forestal.
Estos asuntos así como una evaluación de la situación de nuestros bosques son algunos de los temas que se abordaron esta semana en Ávila durante la quinta edición del Congreso Forestal Español, organizado por la Sociedad Española de Ciencias Forestales, en colaboración con Castilla y León y el apoyo del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. Hasta él se acercaron más de 1.000 expertos. 
El país tiene una gran tradición en reforestaciones. De hecho, en la actualidad, es precisamente el que más incrementa su superficie arbolada de Europa, a un ritmo de 2,19 por ciento frente al 0,51 por ciento de media europea. Así se desprende de la «Situación de los bosques y del Sector forestal en España», un informe elaborado por la Sociedad Española de Ciencias Forestales con avances de resultados a la espera de que se cierre, o mejor dicho, de que se haga público el tercer inventario forestal que incluso antes de salir trae polémica. «En los últimos 15 años, España es, tras China (con cuatro millones de hectáreas), el que más ha incrementado su superficie forestal del mundo», explica Álvaro Picardo Nieto, uno de los autores del estudio, presidente de la Sociedad forestal y asesor de la Dirección General del Medio Natural de la Consejería de Medio Ambiente de Castilla y León.
Tal es así que en 70 años, se han reforestado 18,3 millones de hectáreas, siete millones más de los previstos en aquel Plan Nacional de Repoblación de 1939 que proponía repoblar seis millones de hectáreas en cien años y llegar a tener 11,3 millones de hectáreas de bosque. Gran parte de este cambio se debe a la transformación de territorio agrícola a forestal (por la Política Agraria Común de la Unión Europea), así como al abandono de zonas rurales.
Ahora bien, los números en cuestiones de árboles no son indicadores del estado en el que están, por eso Picardo matiza: «Las plantaciones para la producción de madera ocupan sólo un millón de hectáreas aproximadamente. El 93 por ciento de nuestros bosques son seminaturales». Pero en general son muy delgados. Hoy miden 9,4 centímetros de media, incluyendo la corteza. Es decir, un tamaño inferior al que presentan los bosques europeos, y menor que el que tenían en España en 1975 (año desde el cual se ha producido un incremento constante de árboles, un 130 por ciento) cuando el tamaño medio era 10,2 centímetros. Aunque lo cierto es que el tamaño del árbol medio en España es hoy mayor que en 1996. Y es que el tamaño en este sector sí que importa, por motivos de madurez y biodiversidad de los ecosistemas. Y nuestros bosques son todavía hoy muy jóvenes.

Restauración
Pero no todos los bosques presentan el mismo esplendor. Muchos ocupan una superficie considerablemente inferior de la que algún día tuvieron, sobre todo en el caso de las unidades paisajísticas que había en las dos mesetas y en los valles de los grandes ríos, tal y como se desprende del informe «Los bosques que nos quedan. Propuestas para su restauración», elaborado por WWF en colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
Los carrascales, las carballeiras y los robledales ibéricos, así como los sabinares canarios, encabezan la lista de las formaciones más amenazadas. Situación bien distinta a la de los pinares, que en la actualidad ocupan el 70 por ciento de su potencial territorio y es que son los que mayor presencia tienen en el país.
En concreto, «11 unidades de bosques de las 54 que hay en España ocupan menos del 30 por ciento de la superficie que deberían tener. Es el caso de los carrascales continentales mesomediterráneos, así como los sabinares y restos de los primitivos bosques termocanarios. En estos casos la superficie que en la actualidad ocupan no alcanza ni el 10 por ciento de su potencial», hace hincapié Félix Romero, responsable del Programa de Bosques de WWF.
Para revertir esta situación habría que restaurar nada menos que 2,5 millones de hectáreas. Lo que, según la organización conservacionista, permitiría crear unos 450.000 empleos.

Demasiadas importaciones
Ahora bien, para conservar los bosques que hoy nos quedan, así como los que en el futuro se podrían restaurar resulta esencial la gestión de los mismos, y lo cierto es que en la actualidad apenas el 13 por ciento de la superficie forestal cuenta con un plan de gestión en vigor.
Otra de las necesidades que por ende plantea un país más arbolado es generar empleo y riqueza con el fin de no continuar en esta línea de éxodo masivo de las zonas rurales. Ya que aunque sea evidente el aumento de reforestación, lo cierto es que España apenas aprovecha y saca partido de sus propios recursos forestales, bien quitando peso a la balanza de las importaciones de madera o bien desde el punto de vista energético.
En el primer caso, España sigue importando excesivas cantidades de madera, y no porque aquí no se tengan, como es el caso de las tropicales que, por cierto, no es que se importe precisamente en cantidades ingentes.
«Nuestros bosques pueden producir cerca de 50 millones de metros cúbicos de madera de forma sostenible, pero se aprovecha menos del 40 por ciento. En Europa, en cambio, se aprovecha el 65 por ciento», asegura Picardo.
«Importamos la mitad de la madera que consumimos. Habría que reducir las importaciones e incrementar, por tanto, la demanda de nuestros propios productos», añade el experto. Lo que no conlleva por cierto olvidar aquella «R» de reducir, así como exigir que cuente con un sello que certifique su gestión sostenible.

Peor que la media mundial
Algo en lo que España va incluso peor no ya en comparación con Europa, sino respecto a la media mundial. Así, mientras en Europa el 47,3 por ciento de la superficie forestal arbolada cuenta con un certificado forestal y en el mundo el 8,6 por ciento, en España sólo el 6,8 por ciento tiene el sello PEFC o el FSC. Y eso que en nuestro país la Ley de Montes insta a las administraciones públicas a promover el desarrollo de los sistemas de certificación, y a fomentar la adquisición de madera y productos derivados procedentes de bosques certificados.
En cuanto a la madera utilizada con fines energéticos, España empieza a dar algunos pasos. Es el caso de Cuéllar (Segovia), en el que mil vecinos (unas 250 familias) cubren desde 1999 sus necesidades de calefación y agua caliente gracias a la biomasa. Éste es sólo el referente de lo que se podría hacer en gran parte del territorio. «La biomasa podría producir el 75 por ciento de las necesidades que hoy producen en España las nucleares», asegura Picardo.
«España consume cuatro millones de toneladas equivalentes de petróleo, que podrían ser cubiertos con 16 millones de toneladas de madera. Cubrir parte de nuestras necesidades energéticas con biomasa permitiría generar empleo, unas cinco o diez  veces más que con combustibles fósiles», asegura Miguel Trossero, del Departamento Forestal de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Ello a su vez permitiría reducir emisiones. En esta misma línea, fueron muchas las voces que durante el Congreso citaron las cantidades de CO2 fijadas por los árboles. Algunos hablaron de un 20 por ciento, otros en cambio como Gerardo Sánchez Peña, del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, manifestaron su duda personal de que fijen «más de un dos o un siete por ciento, creo que un cinco por ciento».
Una subasta de cifras (también en otros aspectos) en la que quizás no tiene tanto que ver la lucha contra el cambio climático, sino con el mercadeo de CO2 que ya de por sí es hoy el Protocolo de Kioto, tan alejado de lo que algún día, al menos en teoría, fue, y es que no son pocos los entes que pedirán en Copenhague, para un futuro post-Kioto, la conservación de los bosques, no la creación de nuevos, sirva para compensar emisiones.
Y para no acabar así, sólo decir que las 180 toneladas de CO2 generadas por la celebración del Congreso Forestal se compensarán a lo largo de los próximos 60 años con la reforestación de una hectárea y media de terreno en los alrededores de Ávila, tal y como aseguran desde Cesefor.

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