Hacer una película de animación digital que siendo comercial sea capaz de conservar un mínimo de personalidad, digamos en algún lugar del triángulo Pixar-Ghibli-Dreamworks, es, para muchos, objetivo de toda una carrera. Pues bien, el español Diego Pablos puede estar contento porque lo ha logrado con
Gru, mi villano favorito. Una coproducción entre Estados Unidos, Francia y España que puede resumir de rentabilidad, su estreno en más de tres mil salas de Estados Unios el pasado julio pilló por sorpresa a la mismísima
Origen de Christopher Nolan, creatividad, con un arriesgado despliegue en su diseño de producción, y, sobre todo, modelo productivo con un desenfadado uso de la coproducción internacional como punto de partida. Atención trabajadores oxidados en su escritorio: otro mundo es posible. Por lo menos, en el mundo de la animación.