hechizo

'El hechizo superlativo

Andan los más ociosos debatiendo sobre si Wilco se ha vuelto una banda más conservadora o ajustada a la norma, si huye del experimentalismo para recalar en la canción convencional, si Jeff Tweedy se limita a escribir cosas simplemente bonitas desde que es feliz y no le atormentan las migrañas, pero ya ha perdido la capacidad de asombrarnos. Para rebatir todo este discurso, nada como un concierto de Wilco. Anoche, ante un Circo Price en éxtasis, cayeron dos docenas de piezas en las que se quintaesencia la música popular de los últimos 40 años, a modo de apresurado y magistral vademécum de cuanto ha acontecido y acontecerá en el ideario yanqui. La santísima (doble) trinidad del rock no quiso dejar una sola i sin su punto: a día de hoy, no cabe imaginar nada más intenso sobre un escenario, ningún hechizo tan superlativo.

El hechizo de Philippe Jaroussky

El fenómeno moderno del contratenor, el registro vocal masculino más agudo, ha alcanzado en este inicio del siglo XXI su época de esplendor. La labor realizada en la segunda mitad del siglo pasado por los intérpretes de música antigua con criterios históricos ha contribuido no poco a su consolidación como una tesitura vocal más en el mundo de la lírica a la que se ha reservado principalmente, a falta de un verdadero repertorio propio, los papeles que los compositores barrocos escribieron originalmente para castrati, un tipo de voz diferente, aunque con una tesitura coincidente. Algunos, sin embargo, han decidido ampliar horizontes y adentrarse en nuevos repertorios, como el francés Philippe Jaroussky (Maisons-Laffitte, 1978), un auténtico fenómeno vocal que con su voz cristalina, dotada de gran agilidad y extraordinaria facilidad para los agudos, deslumbra allí donde actúa. Anteanoche lo hizo en el marco del Festival de Torroella de Montgrí (Girona) con un programa integrado en su mayor parte por melodías francesas de finales del siglo XIX y principios del XX acompañado, con total complicidad, al piano por Jerôme Ducros y al violonchelo por Gautier Capuçon.

Entrando en la página solicitada Saltar publicidad