Tras varios años en barbecho por culpa de un tal 'coronavirus', Santa Teresa ha hecho vibrar de nuevo este soleado 14 de octubre las calles adyacentes a su templo. La fundadora de la Orden de los Carmelitas Descalzos ha vuelto a ser llevada en procesión -tal y como marcan los cánones- para festejar por todo lo alto su propia efeméride.

El sofocante calor y la humedad no han sido impedimento alguno para los cientos de fieles que han acudido en tromba a la llamada de su Señora; el puente, tampoco. No eran pocos los que, siendo las cinco y media de la tarde, permanecían ya apostados a las afueras de la parroquia a la espera de que la imagen hiciese acto de presencia. Muchos, de hecho, lo hacían con antelación suficiente como para no haberse perdido la cita en caso de haberse producido un inesperado adelanto.

Luego de una breve oración en la que han tomado parte los niños de la promoción que recibirá en breve la primera comunión, la efigie salía, por fin, al exterior. El cortejo partía de la sede de la Hermandad del Rocío transcurridos apenas dos minutos de las seis en punto de la tarde. Lo hacía con los propios niños a la cabeza, en vanguardia; tras ellos, sus padres; más para atrás, varios convecinos; más aún, el párroco de la organización, Guillermo María Alberto, al que la ceremonia le ha valido su primera procesión en el cargo.

El desfile ha estado amenizado en su totalidad por el rugir de los tambores y las cornetas de una vieja conocida: la Agrupación Musical Cristo de la Encrucijada. Sus integrantes -más de una veintena de músicos- han permanecido en todo momento en la rezaga de la comitiva.

Además del acompañamiento musical, la procesión no ha contado, precisamente, con grandes dispendios. Ya no es que no hubiera costaleros (cosa habitual cada vez que Teresa de Jesús se da un baño de masas como el de hoy), es que el recorrido ha sido minúsculo. La Santa ha sido transportada a hombros por cuatro históricos de la Parroquia hasta los aledaños del Alfonso Murube para, acto seguido, enlazar con la avenida de Otero y la de Regulares; de ahí, vuelta a casa atravesando la calle Francisco Lería y Ortiz de Saracho.

Tras apenas quince minutos de corto pero intenso itinerario, la imagen volvía a ser trasladada hasta la iglesia al amparo de su fiel séquito de seguidores. Allí, en el interior de la que es y siempre será su casa, Santa Teresa volverá a permanecer de nuevo a resguardo hasta la llegada de su próximo cumpleaños; eso sí: en compañía de todos esos incondicionales que, de domingo en domingo, acuden a venerarla.