Se llama Dunia Tenorio, pero su familia y sus amigos la conocen como 'Duni'. Nació en Ceuta el 21 de octubre de 1999; este 2024, soplará las velas de los veinticinco años. Cree que el suyo no constituye ningún caso especial, que su desmedida actividad no da para contar gran cosa ni para generar visitas, que su afición por el deporte no es más que eso: una afición. Lo cierto es que no está en lo cierto: su historia tiene mucha, muchísima miga.

Dunia cursó Primaria y Secundaria en el Santa María Micaela. Luego de dos años de Bachillerato en el Camoens, decidió abandonar la ciudad que la vio crecer para instalarse temporalmente en Sevilla. El pretexto: la universidad. La joven se marchó de su hogar, sí, pero nunca dejó a un lado aquello que, según dice, es parte indisoluble de su razón de ser: las artes marciales.

Cuenta la ceutí que fue a la edad de cinco cuando se estrenó en eso de practicar deporte. Por aquel entonces (2004), vivía en Canarias. Fue en las Islas, con su padre -militar- allí destinado, donde Duni se dio por vez primera al ejercicio físico. Lo hizo a través del judo; la insistencia de su propio progenitor fue la que la llevó a vestir kimono. A partir de ese preciso momento, la vida de nuestra hoy protagonista cambió para siempre. Y no lo hizo precisamente para mal...

Durante dos largas temporadas, Dunia tuvo tiempo más que de sobra para cultivar una relación de amor que, hasta antes de iniciarse en aquellos ambientes, jamás habría imaginado que fuese a ser tal: la suya propia con el tatami. Lamentablemente, aquella recién instituida judoka tuvo que regresar a la ciudad autónoma justo cuando su pasión estaba llegando a su cénit. Ojo: no es que su marcha del archipiélago le supusiera un drama en lo vital, es, simplemente, que no sabía si podría dar continuidad a su nuevo hobby.

No hubo opción de seguir con el judo, pero, aún, así, Duni tuvo eso que llaman 'suerte': de vuelta en la Perla, las casualidades de la vida llevaron a su familia a compartir bloque con un vecino cuyo hijo llevaba tiempo practicando taekwondo. "Vamos a apuntarla", consensuaron sus padres. Rozaba entonces los ocho años; tenía ya capacidad más que suficiente para decidir. Y decidió: decidió darle una oportunidad a esa novedosa arte marcial.

Dunia se matriculó en un modesto club cuyo dojo queda a pocos minutos de su casa: el Taebek. A él, lleva más de una década yendo casi a diario con la única interrupción que propició su estancia universitaria en la capital hispalense. Tras dar el salto a la ESO, quiso más; empezó a tener otras inquietudes deportivas. De nuevo, el destino la llevó a encontrar un nuevo reto. Si has leído el titular que corona este humilde escrito, sabrás que ese “nuevo reto” fue el baloncesto.

En el caso particular del deporte de la canasta, el camino lo allanó "una gran amiga": Bárbara. "He empezado a jugar al basket; vente a verme un día de estos", le propuso allá por 2011. Lo que vieron sus ojos fue tan de su agrado que Duni no se lo pensó dos veces. "Me apunto", se dijo a sí misma. Desde ahí, la ceutí tuvo claro que quería compaginar combates y partidos; no le importaba cuán duro fuese el trayecto ni cuánto tiempo le fuera a robar; era lo que quería.

Al poco de descubrir la que sería su nueva vocación, Dunia se unió al Club San Daniel. "Empecé a entrenar con ellos", apuntaba ella misma. Lo de compatibilizar ambas disciplinas se mantuvo en el tiempo hasta que llegó la hora de salir de Ceuta. "Entre 2017 y 2021", la deportista apenas tocó balón (más allá de jugar "alguna que otra pachanga", claro); los estudios y, sobre todo, las grandes distancias de la capital andaluza hacían que fuese complicado.

Varios meses después de que las autoridades sanitarias diesen por finiquitada la pandemia, Duni volvió a nuestra ciudad y, con ello, retomó su actividad a dos bandas. A finales del pasado curso, se inscribió en esa 'Liga 3x3 Indoor' a la que se adhirió en su momento la territorial que encabeza Borja Molinary. El fin de semana del 28 y 29 de septiembre, se fue con sus compañeros a Boiro (Galicia) para tomar parte en la que fue la segunda jornada de competición del torneo. La significancia del evento llegó a cotas tales que hasta se retransmitió en Twitch.

Mientras se mantiene a tono para, así, poder seguir midiéndose a los mejores baloncestistas del panorama nacional, Dunia se ejercita en el tatami del Taebek un mínimo de tres días a la semana. Lo hace de la mano de su entrenador y en compañía de varios semejantes. Salvo en contadas excepciones, "los horarios no se solapan".

En caso de haber competición oficial a la vista, Dunia aumenta intensidad: "Paso a entrenar cinco días semanales". La última vez que lo hizo fue en 2022, cuando se subió a lo más alto del podio del llamado 'Campeonato Universitario de Andalucía'. En vísperas de un torneo, el número de sesiones no es lo único que se ve incrementado; también se tecnifican más los entrenos. "Nos enseñan a combatir y a mejorar nuestra fuerza y velocidad", explicaba la joven.

Para Duni, el deporte es su forma de vida. Tan es así que, incluso, recurre al ejercicio físico en sus ratos libres, cuando las obligaciones con unos y otros preparadores desaparecen. "Cuando veo que tengo tiempo, voy por mi cuenta al gimnasio", revelaba. El problema viene cuando las libranzas escasean; es ahí donde hay que asumir sacrificios: "A veces, tengo hasta que privarme de tener vida social". Lo bueno es que no pasa nada, porque, como suele decirse, "sarna con gusto no pica" (lo dice la propia deportista).

Preguntada sobre su disciplina favorita, Dunia decía algo parecido a eso de que 'es como elegir entre papá y mamá'. "El taekwondo es mi vida; siempre me ha hecho muy feliz, pero también me ha dado muchas cosas malas", confesaba al que escribe estas líneas. El saco al que da forma esa ristra de "cosas malas" tiene su origen en algo muy sencillo: para practicar taekwondo, "hace falta tener mucha fortaleza mental". "No es solo una pelea con la persona a la que tienes en frente, es una pelea contigo mismo", detallaba la entrevistada.

"Entonces, ¿te quedas con el basket?", interpelaba servidor. "Al final, el baloncesto es un deporte de equipo; si un día fallas, siempre va a haber alguien que compense ese desequilibrio", exponía Duni, que se veía incapaz de decantarse: "Creo que, históricamente, he disfrutado más del baloncesto, pero es que el taekwondo es parte de mí".