CHARLA

Cuando lo normal y lo cotidiano actúan como elemento de exclusión en la enseñanza

Cuando lo normal y lo cotidiano actúan como elemento de exclusión en la enseñanza
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Ignacio Calderón, durante una charla auspiciada por la FAMPA en el salón de actos de la RFFCE

A nadie se le escapa que la desigualdad social está detrás de la inmensa mayoría de casos constitutivos de fracaso escolar: la brecha existente entre los estudiantes más pudientes y aquellos pertenecientes a estratos más humildes resulta cada año en varias decenas de abandonos prematuros; eso es impepinable. Lo que menos gente sabe -casi nadie- es que la normalidad (aquello que entendemos como 'ordinario') también tiene buena culpa de que haya tantas deserciones (educativas, ojo; nada de conflictos bélicos).

En un intento por hacer ver a un puñado de padres ceutíes qué hay tras las malas notas de sus hijos, la FAMPA ha decidido pulsar el botón de la educación inclusiva. La entidad que encabeza Mohamed Ali ha traído este frío 22 de enero a la ciudad a un reputado docente especializado en eso de la diversidad dentro del aula. Su nombre es Ignacio Calderón. Y es profesor titular en la Universidad de Málaga. El tema que ha centrado su charla tiene que ver con los alumnos, sí, pero no con cualquier tipo, sino con aquellos que no han sido "particularmente atendidos por las escuelas".

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El salón de actos de la RFFCE, durante una charla sobre educación inclusiva / Daniel Hernández

Calderón tiene claro que siempre ha habido en nuestro país -y en todo el mundo- estudiantes que han vivido "en la periferia del sistema educativo". "Contar sus historias nos permite, en muchos casos, repensar lo que llevamos toda la vida considerando 'normal'", defendía. Para el experto, "cualquier persona debería ser un legítimo alumno o alumna para cualquier escuela ordinaria". No hablamos Harvard, Stanford u Oxford; hablamos de colegios elementales, centros educativos corrientes y molientes; nada de grandes dispendios. La teoría, claro, está muy bien, pero la realidad es siempre mucho más cruda.

A las habituales formas de exclusión que encarnan el clasismo, el racismo, el machismo y el capacitismo, hay que sumar -a juicio de Ignacio- el peso que tiene "la normalidad", aquello que lleva instaurado en nuestro devenir diario desde tiempos inmemoriales y que, en cierta forma, se adapta a los cánones establecidos. Para que quede claro: nos parece 'normal' que un chico estudie y haga los deberes en casa; a ningún padre le gusta que su pequeño se dedique a otros menesteres en su tiempo libre, ¿no?

El problema es de base. Y no tiene una solución nada sencilla. "Asumimos la normalidad como un organizador de la vida en la escuela", explicaba Calderón, quien cree que esa misma 'normalidad' "no solo está dentro del currículum escolar, sino, también, dentro de las prácticas y metodologías". En resumidas cuentas: la idea de lo ordinario impregna todo lo habido y por haber. Por afectar, afecta hasta a "aquello que se espera de los estudiantes". "Sabemos con certeza que esa tendencia existe", incidía el educador.

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Ignacio Calderón, durante un encuentro con los medios / Daniel Hernández

Visto así, cualquiera diría que el escenario actual (y el futuro) es el propio de un cataclismo, pero no. Parece demostrado que "es la normalidad la que excluye en muchos casos", la que aparta o aleja a quienes no aprenden tan rápido o se sienten distintos a la mayoría. Lo que también parece demostrado es que "es necesario contar con esas voces". De nuevo, la teoría está muy bien, pero, ¿qué hay de la práctica? Calderón sostiene que "hay que poner en marcha metodologías para que la gente corriente -el vecindario- sea capaz de pensar qué está ocurriendo en la escuela y hacía dónde querría llevarla".

Por simplificar: Ignacio considera que "tenemos que pensar juntos cómo podemos reconstruir el sistema educativo para que vaya hacia donde nosotros queremos". Las afirmaciones del hoy ponente no son gratuitas; tras ellas, hay sobrada evidencia científica. Los supuestos en los que esa misma evidencia se ha aplicado son pocos, pero están ahí. "El resultado es que la comunidad toma la palabra y va haciendo la escuela cada vez más democrática y, sobre todo, sensible al valor de aquellos que, históricamente, no han sido valorados por esta", concluía el docente.

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