Se ha hecho esperar, pero ya está aquí: la Navidad ha llegado (y lo ha hecho para todos). Ya no es que haya llegado -que lo hizo hace ya casi un mes-; es que está casi en su cénit. Hay lugares, no obstante, en los que ya ha alcanzado su máximo apogeo. Uno de ellos es el CEIP Juan Carlos I, un colegio en el que, pese a ser la mayoría de sus matriculados de confesión musulmana, todos -independientemente del credo que se profese- celebran por igual.

Buena muestra de que el espíritu navideño trasciende más allá de las creencias religiosas ha sido lo vivido este gélido 19 de diciembre en el referido centro educativo. Dicen que a nadie le amarga un dulce. Lo mismo podría decirse sobre los bailes y los villancicos. Alrededor de un centenar de alumnos de Infantil y Primaria han tomado parte en un insólito y novedoso festival -auspiciado por la Dirección del propio liceo- que tenía por único objetivo dar rienda suelta a la diversión.

Se trataba de algo que los niños y niñas del Juan Carlos I llevaban preparando largo tiempo. La vasta (y conseguida) decoración que invade el colegio da buena cuenta de que, efectivamente, profesores, personal administrativo y estudiantes se han volcado este año muy mucho con la Navidad. Y eso es de admirar.

Los largos pasillos del centro están repletos de adornos. Por haber, hay de todo: árboles de navidad, guirnaldas, murales, cajas de regalo y hasta un cautivador belén hecho con figuritas de goma eva. Porque sí, todo tiene cabida en los tiempos que corren. "Lo han hecho los alumnos", aclaraba a este digital una veterana docente. Bravo por todos ellos.

Mención especial a los carteles que indican que uno están a punto de entrar en la casa del mismísimo Santa Claus y al pato caracterizado, precisamente, como este último. Lleva gorro y botas, pero no barba. Lo de repartir regalos, habrá que verlo llegado el momento.

La ambientación es, como poco, propicia para dejarse llevar. Eso es justo lo que ha sucedido -casi inevitablemente- en el día de hoy. El salón de actos del liceo ha hecho las veces de escenario de varias actuaciones que han ido encadenadas, una detrás de la otra. Los primeros en salir a escena han sido los más pequeños. Frente a ellos, sus padres. En ambos casos, los nervios estaban a flor de piel. La inquietud, no en balde, no tardaba en dar paso al más absoluto alborozo. La culpable: la música.

Durante algo menos de una hora de reloj, varios grupos de Educación Infantil han bailado sin descanso al son de clásicos tan clásicos como Los peces en el río, Hacia Belén va una burra, Campana sobre campana y A Belén, pastores (sí, el repertorio no ha podido ser más completo).

A mediodía, llegaba el turno de las clases de primero y segundo de Primaria, cuyos componentes optaban acertadamente por aprovechar la hora del recreo para desayunar y coger fuerzas para lo que estaba por venir. El modus operandi ha sido idéntico al de todas las actuaciones anteriores: saludo, presentación ¡y a bailar!