Bienvenida excepcional tras pasarlo "regular"
Un momento del recibimiento a las tropas provenientes de Irak. /A.I.
Un momento del recibimiento a las tropas provenientes de Irak. /A.I.
Un contingente de 94 efectivos, la mayoría regulares, de la Comgeceu regresa a casa tras una larga misión en Irak: "Le traigo a mi hijo un osito de peluche"

Tras el primer contacto visual hay un momento de impás. Cambia lo amarillento del terreno árido, del sol pesado, por una luz muy blanca, casi fluorescente. Como la que describen al final del túnel. Entonces el comandante Sergio Villaescusa, completamente quieto, rompe a llorar ante la presencia de su esposa, que lleva a su hijo en brazos mientras le espera en la Estación Marítima de Ceuta. Viene de Irak como otros noventa y tres compañeros miliares, principalmente regulares que, valga si desean la redundancia, lo han pasado “regular”.

Pocos minutos después de las cinco de la tarde vuelven a casa, con los suyos, tras formar parte durante más de medio año de la misión 'Inherent Resolve' en el país de Oriente Medio.

Un momento del recibimiento a las tropas provenientes de Irak. /A.I.
Un momento del recibimiento a las tropas provenientes de Irak. /A.I.

Dando para atrás a las manecillas del reloj, puede completarse un exquisito estudio del proceso de creación y consecución de la emoción humana.

Cuatro y media (UTC+1). Fase de expectación. El perro Dandy, casaca militar y gorro de regular, no para quieto. Acerca la pelota que lleva en la boca a todo el que le mira mínimamente. En el fondo espera que el siguiente en traérsela sea su dueño, que hace demasiado tiempo partió hacia Irak.

A Tamara Hernández, que espera por su marido José Luis Abad, de 33 años, se le acaban las “invenciones” para sus hijos, Saúl y Jairo, de siete y tres años. “El mayor me decía que si papá podía venir aunque fuera a pasar el día con él y luego volver a irse. Tuve que ponerles todas las excusas que se me ocurrían”, cuenta.

Un momento del recibimiento a las tropas provenientes de Irak. /A.I.
Un momento del recibimiento a las tropas provenientes de Irak. /A.I.

Es la primera vez que les toca separarse y ninguno lo ha llevado especialmente bien. “Hacíamos videollamadas y al final todos lo acabamos llevando regular”, reconoce.

En cuestión de quince minutos, cuando dan las cinco menos cuarto (UTC+1), la fase ya es de excitación. A Saúl y Jairo Abad, vestidos cómodos y de colores alternativos, como si hubieran salido con prisa de casa, ya no les contiene nada.

Los niños en general dejan de prestarse a las fotos o a levantar la pancarta que con mimo habían preparado. Están nerviosos. Dandy ladra.

El perro dandy durante el recibimiento militar. /A.I.
El perro Dandy durante el recibimiento militar. /A.I.

El espacio sobre iluminado en el que esperan se contrae. Cada vez se pegan más a la puerta. El tiempo, por contra se dilata y los minutos parecen no pasar.

Entonces, pocos después de las cinco, el teniente Villaescusa aparece a través de la puerta. Ha cambiado lo amarillento del terreno árido, del sol pesado, por una luz blanca, casi fluorescente. Tras un momento de impás, completamente quieto, rompe a llorar ante la presencia de su esposa, que lleva en brazos a su pequeño hijo.

Hernández se abraza con Abad y los más jóvenes se dan besos apasionados. El tiempo entonces se contrae, pasa más rápido que nunca. Es el momento de eclosión, la consecución de una emoción largamente deseada que por fin se siente en su esplendor.

Cuando se calma y la sala se va vaciando. Cuando Dandy ya ha recibido la pelota de la mano de su dueño y recuerda que no quiere que se la vuelva a dar nadie más, aunque sea por un momento, Villaescusa habla.

Un momento del recibimiento a las tropas provenientes de Irak. /A.I.
Un momento del recibimiento a las tropas provenientes de Irak. /A.I.

Celebra con sus palabras la satisfacción por la “misión cumplida” y no es para menos, pues sus actuaciones en el lejano oriente ascienden a más de “mil trescientas”, principalmente relacionadas con la “escolta”. Por fin pueden resarcir a sus familias “las que sufren” su ausencia. Concluye ahí el protocolo.

Trae el teniente en su mochila “un osito de peluche” de regalo para su pequeño. Un recuerdo indeleble de lo que importa el ser humano para el ser humano. Hay belleza y emoción.

Bienvenida excepcional tras pasarlo "regular"


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