Que los centros de las ciudades -grandes y pequeñas- suelen ser un dolor de muelas para los conductores es una verdad tan extendida como impepinable. Que el de Ceuta lleva largos años provocando constantes jaquecas a todos cuantos residen en él, también. En una región tan densamente poblada y con tan poca superficie como lo es nuestra salada tierra, el aparcamiento se convierte -casi por voluntad divina- en un bien rematadamente preciado. Claro está, la problemática se acentúa aún más a medida que uno se aleja del campo exterior por aquello de que, en la periferia, suele haber más espacio.

Desde que el primer Gobierno de Juan Vivas decidiera peatonalizar el paseo del Revellín y buena parte de la calle Real, esa misma problemática no ha hecho sino acrecentarse (y de qué manera...). La medida, algo impopular entonces, trajo consigo una necesaria reactivación comercial que acabó redundando en beneficio de la inmensa mayoría de las tiendas -pasadas y presentes- instaladas en el referido tramo. La reticencias, de hecho, no tardaron en dar paso a una aceptación que ya es plena; ningún ceutí concibe, a día de hoy, una vuelta a atrás.

Es evidente que lo de dejar el centro 'bonito' tiene sus cosas buenas, pero, ¿qué pasa con el aparcamiento? Ya no es que cada vez haya menos (que también), es que, para más inri, no hay sobre la mesa solución de continuidad. A falta de saber si el trozo de calzada que va desde la Iglesia de Los Remedios hasta Maestranza corre la misma suerte que, antaño, el que va de Constitución a Padilla, ya hay otro lugar en el que, con total seguridad, los coches y las motos tendrán que dejar de pernoctar muy próximamente: la calle Isabel Cabral.

El Ejecutivo local lo anunció sin anunciarlo a principios del pasado septiembre. Fue el día 4 del citado mes cuando el área de Fomento sacó a licitación el ensanchamiento de la carretera que atraviesa de punta a punta la referida calle. El pretexto era bien sencillo: "mejorar la accesibilidad en el entorno peatonal y facilitar el acceso de vehículos de emergencia". Sin más. El presupuesto destinado al efecto por parte de la parcela gubernamental que encabeza Alejandro Ramírez quedó fijado en 47.307 euros. El plazo de ejecución sería, en principio, de dos meses.

El objetivo principal de la remodelación pasaba (pasa), por tanto, por ampliar el ancho útil de la calzada para, así, hacer que camiones de bomberos y ambulancias puedan penetrar en ella sin mayores problemas. De paso, Fomento aprovecharía para "renovar los pavimentos exteriores". El plazo para la presentación de ofertas llegó a su fin hace ya sesenta días, por lo que, salvo anomalía, la Administración ya debería haber suscrito el preceptivo contrato de obras con la empresa que se hará cargo de los trabajos.

La decisión no se tomó porque sí: tras ella, hay un informe de los Servicios de Emergencia que alude, precisamente, a las dificultades para acceder al lugar a bordo de vehículos de gran tonelaje. Y es que, hoy por hoy, resulta "imposible" que una dotación del SEIS penetre en Isabel Cabral en caso de producirse en ella un incendio de cualquier índole, por lo que no hablamos de un asunto menor.

A la vista del riesgo existente, ni que decir tiene que la actuación corre una prisa más que endiablada. Consecuentemente, el aparcamiento quedará totalmente eliminado. "No sé con seguridad si será así, pero entiendo que sí", auguró Ramírez hace ahora dos meses. "La idea es dejar un acceso en condiciones", adelantó entonces el consejero, que insistió en que "la causa principal es el informe de Servicio de Extinción de Incendios que dice que el acceso a la calle es completamente inviable".

Ciertamente, la línea no da para más de seis o siete coches en cordón, pero ya son seis o siete coches menos en lo que se ha convertido en todo un 'suma y sigue' de destrucción de sitios para estacionar. Por suerte (o por desgracia para el bolsillo medio), siempre nos quedará el garaje (y la zona azul y los parkings que gestiona AMGEVICESA, claro).