Ya llegó el otoño y, con él, el siempre polémico horario de invierno (ese mismo que, en teoría, permite 'estirar' las horas de luz solar de nuestros días). Como cada año durante el transcurso de estas mismas fechas, los relojes de buena parte del viejo continente se atrasarán sesenta minutos por una buena causa: ahorrar energía (que no estamos precisamente para derrocharla...).

La iniciativa encuentra su razón de ser en la denominada 'Directiva 2000/84/CE', una normativa europea que obliga a los 27 Estados miembros de la Unión a aplicar el nuevo huso horario de cara a los próximos siete meses, esto es, hasta finales de marzo.

Cabe señalar, no obstante, que Europa no es el único lugar del planeta donde esto sucede: hasta ochenta países de todo el globo terráqueo secundan cada curso esta particular propuesta. El pretexto, en todos ellos, es el mismo: economizar.

El cambio de hora se producirá -como siempre- en la madrugada del sábado al domingo. El famoso 'a las 3, serán las 2' volverá a darnos de nuevo, una hora de sueño (o de trabajo, si tienes la relativa fortuna de desempeñarte en horario nocturno).

Los relojes de los dispositivos electrónicos aplicarán el cambio de manera automática (siempre y cuando estén conectados a Internet); los analógicos, claro está, habrán de ser reprogramados manualmente, así que recuerda ajustar las manecillas de tu despertador si no quieres llegar tarde a la oficina o a tu próxima cita con la persona que te gusta.