Sobre la Universidad hay grandes discursos. Muchas personas ilustres tienen ideas ilustres y gastan ingentes cantidades de dinero en seminarios y cursos sobre “Universidad y empresa” y “Universidad y sociedad”.

A veces yo tengo la impresión de que las cosas son mucho más sencillas, tales como dedicarle tiempo a lo importante y no dedicarle tiempo a lo no importante.

Gracias a un plan de estudio de 1963, en la Facultad de Derecho de Sevilla comenzábamos a estudiar el Derecho Civil en primero, que no era mala idea. Por ello en tercer curso teníamos Derecho Civil III, esto es, “derechos reales”.

El programa era clásico como no podía ser menos en la disciplina jurídica más conservadora. Se comenzaba con el concepto de “derechos reales”, el derecho de propiedad (nada de jurisprudencia constitucional ni del TEDH sobre el tema, poca jurisprudencia del TS y mucha mucha doctrina) y los modos de adquisición de la propiedad. Le seguían los derechos reales de goce y los derechos reales de garantía.

Los días pasaban y nos quedamos anclados en los más variados derechos reales. El usufructo, que es importante por el uso que hace el Derecho de Sucesiones, fue explicado someramente y nos detuvimos en el entretenimiento rococó del usufructo del ganado o de los árboles muertos y en las ingeniosos casos que la doctrina se había inventado.

Con enormes dificultades la explicación llegaba a los derechos reales de garantía, de los que la hipoteca es la estrella. Pero nada, la cosa se detiene sin causa aparente en los censos y en las dificultades que el censo enfitéutico plantea desde los tiempos del Digesto de Justiniano. Cuando solamente faltaban dos clases para terminar el curso, por fin llegamos a la hipoteca (una tema, por el tiempo dedicado, parecía no tener importancia).

Posted originally: 2010-02-21 18:00:28