Desde principios de los tiempos han sido muchos los que han pronosticado el fin del mundo, cada cual con un final distinto, pero siempre a lo grande, con cielos que se abren, explosiones atómicas o meteoros que se estrellan contra la Tierra. Temores como estos resurgen cada pocos años, en algunos casos acompañados de teorías pseudoreligiosas o pseudocientíficas, que a los dos bandos recurren los apocalípticos para elaborar sus estrafalarios augurios. El caso es que las fechas previstas por estos agoreros han pasado sin pena ni gloria, como otro día cualquiera, desde el año 800 en el que el Bea...