El arranque de la leyenda de Mohamed Ali -que como dicen los americanos tanto ha cautivado su imaginación- es atribuido a una especie de providencia callejera. Con doce años, le robaron una bicicleta en su natal Louisville, Kentucky. Y con su precocidad deslenguada, le contó a un policía blanco de su barrio negro el deseo de liarse a guantazos en cuanto descubriera al ladrón. Joe Martin, un oficial que también entrenaba a jóvenes boxeadores en un gimnasio local, le paró los pies diciéndole algo así como: «Está bien pero será mejor que aprendas a luchar antes de retar a nadie».
Con sus casi dos...