El pianista (y director de orquesta) Christian Zacharias es uno de esos artistas a los que el público español adora. En Barcelona dirigió durante varios años un Festival Mozart con la OBC; su vídeo Scarlatti en Sevilla es una referencia absoluta para el conocimiento del músico napolitano afincado en España; en Madrid hemos tenido la fortuna de escuchar con frecuencia sus aproximaciones a Schubert. Ayer inauguró un nuevo ciclo de grandes intérpretes obteniendo, como era de esperar, un éxito apoteósico.
Estuvo, claro, en su salsa con obras de Mozart, Schubert y Scarlatti, este último como despedida, ya en la segunda propina. Zacharias toca con una naturalidad asombrosa. Lo más difícil parece en sus dedos sencillísimo. Su Mozart derrochó frescura; en Schubert alcanzó cotas inimaginables de profundidad desde la aparente sencillez interpretativa; su Scarlatti fue tan virtuoso como hechizante.
Zacharias transmite energía y también optimismo. Su dominio técnico del teclado es apabullante. Su actitud está en las antípodas del exhibicionismo. Va a su aire y se comporta como si estuviese en una reunión de amigos. Se hace querer. Y así sus recitales desprenden un gozo irresistible a través de la música. Las afinidades electivas hacen el resto, y no es casual que sus compañeros de viaje vuelvan a ser los de ayer. La espontaneidad con la que se enfrenta a Mozart o la familiaridad con la que aborda Schubert forman parte de sus señas de identidad musical. Y siempre el amigo Scarlatti. La sonrisa es tan inevitable como el deseo de volver a escuchar a este pianista irrepetible.
Posted originally: 2014-01-17 09:30:09