Sexo y política


Sexo y política
La prensa española, desde los medios de derecha a los medios de izquierda, llevan meses haciéndose eco de las noticias sobre el desenfreno sexual de Silvio Berlusconi. En este asunto suelen mezclarse dos tipos de consideraciones que distorsionan juntas la pintura total. La primera es la vida sexual del Presidente del Consejo de Ministros de [...]

La prensa española, desde los medios de derecha a los medios de izquierda, llevan meses haciéndose eco de las noticias sobre el desenfreno sexual de Silvio Berlusconi. En este asunto suelen mezclarse dos tipos de consideraciones que distorsionan juntas la pintura total.

La primera es la vida sexual del Presidente del Consejo de Ministros de Italia. Puede resultar muy morboso, pero en nuestra mentalidad política los asuntos de cama de un político no entran en la vida pública salvo que rebasen determinados límites. Decir que siendo Presidente del Consejo de Ministros todo lo privado es público supone admitir una tesis peligrosa que ‘legitimaría la expoliación del Estado’ (porque entonces lo público también podría ser tratado como privado) y, más allá de la burrada anterior, nos llevaría a la implementación de una política de alcoba, chismes y de estúpidos escándalos sexuales.

La segunda consideración es la relativa a si Silvio Berlusconi, dentro de sus actividades privadas, ha cometido algún delito. La Fiscalía de Milán está investigando un abanico amplio de delitos que están en el Código Penal italiano y esto ya trasciende la esfera de lo privado para adentrarse en otra.

¿Desgaste para Berlusconi? Eso no depende siquiera de los delitos, porque la percepción social de la acciones hace que se valoren de forma diferente dependiendo de múltiples factores y uno de ellos es la mentalidad de esa sociedad. Una sociedad más estricta considerará que incluso no existiendo comportamiento reprobable penalmente debe haber un castigo político por un acto que esa sociedad considere inmoral y sociedad menos estricta considerará que acciones, presuntamente delictivas, no son lo suficientemente graves como para que quien las cometiese mereciese la pérdida de la confianza.

En la segunda situación está Italia. La mayoría de los italianos considera que estos escándalos sexuales no quiebran su confianza en el Presidente del Consejo de Ministros. Esto me ha hecho recordar un viejo amigo que decía que si uno era rico y poderoso lo era para hacer determinadas cosas que le estaban vedadas al común de los mortales. Puede que muchos italianos piensen como mi amigo y que para ellos desconfiar de Berlusconi y castigarlo por determinado comportamiento no es más que una forma de matar el ‘sueño italiano’.


Filed under: Ética, Berlusconi, Derecho Penal, Italia, Política
Posted originally: 2011-01-26 18:00:57

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