"Bienvenido al pozo, basura"
Imagen del centro de reforma.

- La testifical de uno de los ex internos de 'Punta Blanca', ya ratificada ante el magistrado, asegura que se le aislaba y ataba a la cama desnudo "hasta cuatro días" obligándole a comer sin manos "como un animal"

- La declaración, una de las aportadas a unas diligencias que no avanzan desde abril, minuciosa y estremecedora, cita tanto a "los maltratadores más distinguidos" como a los funcionarios "muy buenos que evitaron que me quitase la vida"


“Desesperado” por “los malos tratos que recibía continuamente”, Mario [nombre ficticio], ceutí, se fugó del centro de reforma de menores de Punta Blanca en una de las dos etapas en las que estuvo ingresado en él (la primera, entre 2004 y 2005; la segunda, entre 2007 y 2008) aprovechando un traslado al hospital tras autolesionarse. Nueve meses después, se entregó en el propio centro. Nada más volver, un educador le dio la “bienvenida” al “pozo” y le metió nueve días “en aislamiento total”.

Es una de las ‘anécdotas’ que recoge la declaración de uno de los más de diez ex internos que ha recopilado Comisiones Obreras, que ejerce la Acusación Particular, para el sumario de la instrucción de la denuncia que presentó hace 32 meses a la Fiscalía sobre la existencia de presuntas torturas en esas instalaciones, un proceso que a juicio del sindicato acumula una “dilación indebida” que no sólo podría conducir a la prescripción de alguno de los posibles delitos que se pretenden esclarecer, sino que también “priva” a sus dirigentes de defenderse de la querella por denuncia falsa que ha interpuesto contra ellos la plantilla del centro. Durante los últimos cinco meses y tras pasar por las manos de cuatro magistrados la investigación judicial no ha dado "ni un paso adelante".

El testimonio de Mario, ya ratificado ante el juez, a cuyo contenido íntegro ha tenido acceso Ceutaldia.com, es tan minucioso como estremecedor. “Durante mi primera estancia en ‘Punta Blanca’ fui atado frecuentemente a la cama sin que existiera motivo para ello: me esposaban de pies y manos sin ropa, sin colchón ni ropa de cama y me colocaban un objeto en la boca que me impedía gritar y sólo me permitía respirar a duras penas, sufriendo sensación de asfixia debido al asma que padezco”, refiere el joven, ya mayor de edad.

Según su testifical llegó a estar en dichas condiciones “hasta cuatro días seguidos, sin permitirme ir al servicio a hacer mis necesidades, teniendo que orinarme encima en estas condiciones sin que se me facilitase la posibilidad de comer durante este tiempo, ya que aunque se me llevaba una bandeja de comida no se me soltaba ni una mano, teniendo que comer como un animal”. “Se me decía ‘Búscate la vida. Come como puedas”, recuerda.

La declaración de Mario, que se prolonga durante cuatro folios plagados de nombres de vigilantes, monitores y educadores a los que identifica como protagonistas principales de esos supuestos malos tratos que atestigua haber sufrido, rebate los argumentos que se han venido esgrimiendo para minar la credibilidad de las testificales aportadas: “Entre 2004 y 2005 ni fui visitado en ninguna ocasión por la jueza de menores, que se encontraba de baja por maternidad, ni tampoco por el fiscal: sólo hizo una visita el director general de Menores de Ceuta, que pudo comprobar mi situación de aislamiento, siendo informado por la dirección del centro”, afirma sobre un periodo en el que recuerda haber sido “insultado y menospreciado” frecuentemente: “Tu aquí no eres nada. Eres menos que una colilla en la calle. Eres una basura”.

Hasta "seis semanas" en régimen de aislamiento "sin ninguna distracción"

Entre 2007 y 2008, cuando volvió a ser internado en ‘Punta Blanca’, las cosas no habían mejorado: “Fui tratado aún peor, sobre todo por tres o cuatro educadores que me conocían de mi etapa anterior y me hacían la vida imposible”, reseña. “Llegué a estar hasta seis semanas en régimen de aislamiento total, permitiéndome salir sólo durante media hora al patio sin la presencia de ningún otro menor; si había más de un caso en aislamiento, el tiempo de estancia en el patio se reducía a 20 minutos o hasta un cuarto de hora”, completa.

Durante una de esas etapas de aislamiento, en la que no sólo se le privaba de compañía sino también “de cualquier tipo de distracción”, protagonizó un intento de suicidio. No fue el único episodio de esa naturaleza que vivió, siempre según su testimonio, en ‘Punta Blanca’. Allí conoció a Marta [nombre ficticio], que también quiso dejar esta vida después de ser “golpeada con saña” y “amarrada a la cama en las mismas condiciones que yo” como otra docena de compañeros a los que cita por su nombre.

La declaración, profusa en detalles, refleja que cuando intentó suicidarse “se me denegó la asistencia médica hospitalaria hasta que el dolor fue insoportable, cuando me trasladaron al hospital advirtiéndome que si decía algo a los policías que me condujeron hasta el centro sanitario me arrepentiría para siempre”, añade sobre un desplazamiento en el que alaba el comportamiento del celador que le acompañó.

El aislamiento no era, asevera, sólo un detalle de bienvenida a ‘Punta Blanca’. Siete días le tocaron en esa misma situación por esconderse un bocadillo en un bolsillo (“la comida era pésima, fría y en ocasiones con bichos como cucarachas, hormigas y pelos y suciedad; si me quejaba por la comida, me contestaban que si quería comiera y si no que me muriera de hambre”) y otros tantos tras recibir “una paliza” en la ducha “sin mediar palabra”.

"La ropa sucia se lava en casa. Cuidado con lo que cuentas"

A diferencia de lo que sucedía tres años atrás, “durante este último aislamiento se presentaron en el centro el juez, el fiscal y el secretario judicial, aunque antes de que me entrevistara con ellos se presentaron la directora del centro, el subdirector y el jefe de servicio a advertirme de que no contara nada a los visitantes, que si no tendría muchos problemas”, declara, aunque asegura que “no obstante, conté los hechos ocurridos y dije que sí quería denunciar, tomando el secretario nota de todo lo que decía, aunque no he recibido ninguna contestación desde el verano de 2007”.

“La ropa sucia se lava en casa. Cuidado con lo que cuentas”, recuerda Mario que le decían ciertos monitores y celadores, que como los responsables del centro “no me dejaron nunca ni a mí ni a los demás menores hablar a solas con el juez”. “Uno, llamado Jorge [nombre ficticio], que en una ocasión se quejó ante el juez de la calidad de la comida fue castigado en aislamiento nada más terminar su entrevista con el magistrado”, rememora una experiencia no tan cruenta como la de otro compañero, Mohamed [nombre ficticio], que “explotó” por no hacer de vientre a lo largo de tres semanas y fue hospitalizado durante un mes después de que se le impidiese ir al baño solo y de noche por parte de un funcionario con galones.

“No todos los trabajadores del centro tenían un mal comportamiento con los menores: algunos eran muy buenos y gracias a ellos más de uno no me quité la vida durante el tiempo que estuve preso”, advierte la testifical. Entre los “buenos” cita los nombres de catorce; la de los malos, “los maltratadores que más se distinguieron durante el tiempo que estuve preso”, incluye al educador que le dio la bienvenida “al pozo”, diez nombres más “y otros que podría identificar si viera sus fotografías o sus personas”.

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