Las gaviotas, una por cada 16 residentes, se adueñan de la ciudad

Las gaviotas, una por cada 16 residentes, se adueñan de la ciudad
Al fondo la silueta de la pavana, parece un ceutí más de tapas una noche de verano

- La población de gaviotas llega a 5.000 ejemplares en un espacio de 19,7km cuadrados. Se han encontrado 500 parejas nidificantes sólo en la colonia de ‘Acantilados del Monte Hacho’

-Obimasa ha realizado en el primer semestre del año un total de 106 intervenciones para el control y retirada de nidos y pollos de gaviota, una intervención cada dos días

-La nidificación en el casco urbano de las aves que, tratan de atacar a personas en grupos de hasta 120 especies, va en aumento y preocupa


Omnipresentes en la vida ceutí. La marítima y también la urbana. Están ahí. Su silueta inquietante aparece antes o después. En solitario en el tejado de un coche frente a una tienda de comida, a la espera del momento oportuno para atacar o en decenas al acecho de los restos que dejan los bañistas en la playa. Las pavanas son ya un problema que no alcanza para tanto miedo como la película de Hichcock, pero casi. No hay duda de que la problemática de la plaga de gaviotas, cuya vida puede durar hasta los 10 años, ha ido in crescendo desde que empezó a percibirse en 2006. Una fecha que coincide con el cierre y desaparición del vertedero de Santa Catalina, allá por el Monte Hacho. Desde entonces cada vez son menos los ceutíes que nunca se hayan encontrado en su terraza o en el marco de su ventana con una gaviota desviada y desvalida, ya sea una cría o una adulta. Obimasa, entre otras gestiones, se encarga de la recogida de aves silvestres; y trata de solventar este problema a través de una serie de medidas llevadas a cabo mediante un equipo especializado.

El biólogo de Obimasa que gestiona este servicio, José Luis Ruiz García, ha anunciado en un informe de prensa que, durante el primer semestre del 2014, desde el 1 de enero hasta el 30 de junio, se han realizado 106 intervenciones para el control y la retirada de nidos y pollos de gaviotas en edificios o en vía pública. De entre esas intervenciones, destaca cuando encontraron hasta 25 nidos en un mismo edificio. Unas actuaciones de más de tres horas que siempre entraña riesgo para las dos o tres personas especializadas que la realizan, más una coordinación técnica a tiempo parcial, ya que pueden encontrarse con una centena de gaviotas enfurecidas intentando atacarles.

Tan solo hay que observar cómo acuden a los patios de los colegios e institutos después del recreo, o incluso cómo se alimentan de los residuos orgánicos de un contenedor frente al portal de una vivienda, para percatarse de la situación. Lo que faltaba por ver era a una de ellas intentando atacar a una señora que vuelve de la compra para robarle el contenido de su bolsa, algo que también se ha dado.

En ninguno de estos ataques ha habido alguien que haya tenido que ir al hospital. Pero hay que tener cuidado, pues siempre que una persona se acerque a su nido, su mala intención se manifiesta. Esta especie gregaria es especialista en el acoso, a mayor gravedad puede dar picotazos en la cabeza. Lo más común es el vuelo intimidatorio y el disparar sobre su víctima una asquerosa lluvia de excrementos.

Gaviotas sin fronteras

Al sellado del vertedero de Santa Catalina en la vertiente norte del Monte Hacho, el cual servía de una importante fuente de captación de recursos, se suma el incremento, desde hace una década aproximadamente, de la extensión del vertedero anexo a la villa marroquí de Castillejos (Frideq), lo que les ha servido de sustituto. Este vertedero, cercano a la frontera con Ceuta, se halla a menos de 3 kilómetros del centro urbano de la ciudad. A este hecho se añaden las facilidades de los múltiples recursos alimenticios que se encuentran en las calles por obra humana, como contendedores de basuras abiertos, abandono de restos orgánicos en determinados lugares públicos –como en la playa a última de hora de la tarde, donde el dibujo de comportamientos incívicos supone un festín para las aves carroñeras– o el darles comida directamente, lo que se convierten en factores esenciales para el desplazamiento de estas aves al centro desde su hábitat natural.

Esta colonia se sitúa tradicionalmente en el área denominada ‘Acantilados del Monte Hacho’, espacio protegido LIC-ZEPZ desde hace varias décadas y donde también reside el halcón peregrino, el cernículo vulgar y el cuervo. En esta zona se han contabilizado más de 500 parejas nidificantes de las 5000 gaviotas patiamarilla (Larus michahellis, familia Laridae) que se han localizado actualmente en un territorio de 19,7 km cuadrados. Ya en 2008 se encontraron unas 45 parejas en el casco urbano, habituándolo también como lugar de refugio durante todo el año.

Por tanto, a la vez que se observa evidencias de abandono progresivo de parejas reproductoras de la colonia del Monte Hacho, se estima el evolutivo aumento del número de parejas que nidifican en las cubiertas de edificios habitados, de construcciones históricas como las Murallas Reales o incluso del complejo del Parque Marítimo del Mediterráneo.

Según los últimos censos y estimaciones poblacionales a nivel estatal realizadas por SEO/Birdlife, en colaboración con el Ministerio de Medio Ambiente, en la evolución de la población de la gaviota patiamarilla se observa una tendencia positiva, muy consecuente de las actividades humanas. Aunque también hay una alta mortalidad de gaviotas juveniles, expuestas a numerosos peligros. Son muchas ciudades españolas las que también llevan a cabo medidas de control poblacional, como descastes selectivos o eliminación de nidos). Las zonas más afectadas del litoral mediterráneo son Valencia, la cornisa cantábrica y Gibraltar, donde se llevan realizando estas actuaciones desde hace quince años.

Estas aves, de gran adaptabilidad y oportunismo, no solo llegan a causar molestias por los intentos de ataques y sus vuelos intimidatorios, sino también por los ruidos que producen y la suciedad y olores que provocan, llegando a deteriorar a algunos edificios o pudiendo producir insalubridad.

Avisos al 112

Para lograr una actuación preventiva tan solo hay que llamar al 112 o directamente a Obimasa lo antes posible ante la mínima advertencia de un nido, pues ésta, en periodo de reproducción de la especie, de abril a junio, puede llegar a tardar hasta tres días en acudir debido a la incesante demanda. En caso de que haya que retirar una cría volandera o una adulta desvalida, su intervención es inmediata. El biólogo de Obimasa, Ruíz García, anuncia que en una misma mañana pueden llegar a recibir cuatro avisos de la misma tipología.

Lo primero que estos operarios especializados tienen que hacer es evaluar la situación, ya que, este año, de las 42 actuaciones de control y retirada de nidos en edificios, 5 resultaron

infructíferos debido a su imposible acceso o avisos muy tardíos. El biólogo advierte de que cuando el nido tiene un mes y medio es cuando las crías comienzan sus primeros vuelos, lo que produce muchas caídas en patios interiores, terrazas o en la vía pública. Este suceso supuso la recogida de un total de 60 aves en el presente año.

Cuando estos dos o tres especialistas, con experiencia en estas actuaciones proceden a la retirada de nidos, van protegidos con una ropa adecuada y paraguas grandes y de colores vivos para evitar los excrementos y ataques de todas las gaviotas que van a atacar. Al tratarse de una especie que actúa en grupo, una de ellas da el grito de alarma y es entonces cuando acuden todas las gaviotas de alrededor, dándose casos extremos de unas 120 con un comportamiento violento. Aunque cada actuación es distinta, lo normal es que haya una media de 10 a 35 gaviotas intentando agredir.

En el caso de que los pollos sean muy pequeños o no puedan valerse por sí mismos, éstos son eliminados. En caso contrario, en colaboración con la sociedad española que se dedica al estudio y a la observación de aves, la empresa de Ceuta adyacente a SEO, las anillan para marcarlas y analizar la dispersión y movimiento de la especie.

Obimasa trata de informar al personal de mantenimiento de limpieza y de edificios, así como a los propietarios, de prevenir la nidificación observando si hay material acumulado propicio para la construcción de nidos, o bien, y lo más eficaz, se coloca dos filamentos de nylon paralelos, separados cada uno a un metro y medio, y a unos 40-50 centímetros por encima de la superficie de la cubierta del edificio.

Cualquier albañil, fontanero, adultos que juegan con sus niños en sus áticos, encuentros de amigos en terrazas o incluso una persona que va a tender la ropa, puede encontrarse en riesgo de ataques si se encuentra próxima un nido, por lo que es conveniente prevenir y no ocurran casos como los de hace dos años en el Parque Marítimo, donde nidificaron y las gaviotas atacaron a los primeros bañistas de la temporada.

Las gaviotas, una por cada 16 residentes, se adueñan de la ciudad


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