La forma en que una persona pronuncia palabras en otra lengua que no es la suya supone una importante fuente de anécdotas. Son muchas las veces que por una mala pronunciación cambiamos sin querer el significado de una palabra creando confusiones a veces embarazosas, como es el caso de la palabra sheet (hoja o sábana) pronunciada como shit (mierda, con perdón). Como es lógico, esta confusión no se limita solamente a hispanohablantes hablando en inglés, sino que también ocurre lo contrario. Pero, ¿qué ocurre cuando un angloparlante intenta hablar en español pero con acento de una tercera lengua?. El resultado puede ser tan hilarante como el que tuve la suerte de presenciar hace años.

 

Durante mi estancia en Virginia en el año 1998, tuve la fortuna de dar con un anfitrión muy peculiar, profesor del instituto al cual iban los alumnos que llevamos de intercambio. Este personaje, simpático y afable donde los haya, era profesor de japonés. Si, tal como lo leen, japonés. En un país donde todo el mundo anda aprendiendo español últimamente, había un grupo de alumnos que estaban interesados en la lengua del país del sol naciente. Ben, que así se llamaba este curioso ser, había pasado una temporada en japón y decidió aprender la lengua y costumbres del país. Por circunstancias de la vida, acabó en su Richmond natal impartiendo clases de nipón.

Un fin de semana decidimos salir a dar una vuelta y tomarnos unas cervezas, él, el otro profesor que venía conmigo y servidor. Recuerdo un sitio muy bonito llamado The Tobacco Company que era un antiguo almacén de tabaco reconvertido en pub pero manteniendo el aspecto de viejo almacén, con música en directo y ambiente desenfadado y divertido. Después de pasar un buen rato bebiendo y charlando, decidimos volver a casa. El compañero que me acompañaba, en un momento del paseo , soltó una frase que para nosotros era como un grito de guerra cada vez que llevábamos una – o varias – copas de más. Dicha frase era “ojú qué tajá”. Ben, que había escuchado la frase nos preguntó qué significaba y le explicamos que era una frase hecha para decir que íbamos alegres debido al exceso de bebida. Lógicamente, quiso aprender a decir la frase por aquello de conocer un poco de slang español, ya que su conocimiento del idioma era escaso. Así que procedimos a enseñársela y después de varios intentos, por fin consiguió decir “ohúcarahá” pero con un acento marcadamente japonés. Se pueden imaginar la situación: un americano intentando decir una palabra en español pero sonando en japonés. Si a eso le suman la simpatía del personaje en cuestión y el estado en el que estábamos (aclaro, no borrachos pero si alegres), la risa está asegurada. Son anécdotas como estas las que a veces nos alegran este corto paseo que es la vida.

Saludos.