Opinión
“Mi hijo llegaba a casa triste, se encerraba en su habitación, no quería ir al colegio. Cada día una excusa: dolor de estomago, dolor de cabeza, fiebre, diarreas..... Teníamos que llevarle prácticamente a rastras. Después todo fue a peor, se precipitó en un saco sin fondo hasta que una tarde no pudo más, y se derrumbó”. Por suerte para mi hijo, le creímos, no tuvimos ninguna duda al respecto. Y por supuesto, no recurrimos al tópico habitual “será en broma”. Fruto de esta convicción, mi hijo no ha tenido que batallar contra dos elementos hostiles en estas lamentables circunstancias: sus acosadores y el sentimiento de culpa, que lleva a la víctima a pensar que lo que le sucede es porque se lo merece. Porque cuando esas “bromas” se repiten día tras días, siempre contra la misma persona, y a ésta no le hace gracia, no son “cosas de niños” . Es acoso escolar.